Si el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones, pienso que el camino de la comunicación está plagado de promesas hechas a la ligera.
C.B.

Cuando un joven elige un oficio, carrera o profesión, habitualmente desea lograr una realización económica a través de una actividad afín a sus ideas, tendencias o predisposiciones, tanto sean ellas coincidentes con su capacidad física o intelectual, o con su gusto o espíritu. Generalmente en esta elección se maneja con una información no siempre completa que le pueden proporcionar las imágenes estereotipadas de los exitosos, y que no muestran la sombra de los que fracasan.
Quienes personalmente me tratan habrán escuchado repetirles constantemente que soy un fracasado con éxito. Toda mi vida está signada por errores de ejecución, propios de quienes aún no tienen experiencia suficiente para hacer las cosas mejor. Pero eso no significa que los objetivos buscados fueran falsos o equivocados, la forma en que recorría el camino era lo que hacía que el tránsito fuera lento y difícil.
Creo que esta autocrítica puede ser válida para muchos que obran de buena fe en su vida de relación consigo mismo y con los demás. Pero también, la misma no debe servir para justificar a aquellos que obran con malicia y premeditación en el ocultamiento de fines públicamente inconfesables, o en metodologías que erosionan y destruyen la convivencia y la armonía humana.
La mala formación para la vida se trasunta, en el fondo, en la deformación de los actos y las actitudes. La excusa del llamado estado de necesidad, que podría justificar judicialmente alguna eximisión de pena frente a un delito, no puede esgrimirse para absolver éticamente hábitos casi permanentes. Jamás el estado de necesidad implica la aceptación del delito de carácter permanente, o de la permanencia en el delito.
Los jóvenes carecen de orientación, porque en realidad, cotidianamente no hay buenos ejemplos orientadores, que se muestren con naturalidad y frecuencia
Los profesionales somos en parte responsables por no dar testimonios claros de conducta. ¿Cuántos abogados conocemos que demuestren su real amor a la Justicia? ¿Cuántos periodistas actúan evidenciando su búsqueda de la Verdad? Y estoy hablando de dos profesiones a las cuales por formación estoy vinculado, para evitar que se piense que sólo veo erróneas conductas en otras actividades.
Difícilmente nuestros hijos sigan nuestras carreras si no sienten en sus padres el orgullo de lo que hacen, y el sentimiento del bien cumplido. Pero el sentido de responsabilidad que podamos evidenciar, es válido para todo tipo de actividad dentro de la sociedad, es decir que la ética de servicio la deben tener todos, cualquiera sea su trabajo.
Sin ética propia no hay dignidad en lo que se hace, aunque se obtengan circunstancialmente valiosos emolumentos.
Sin dignidad en las actitudes no hay capacidad para ser maestros.
Sin maestros no hay buena educación posible.
Sin educación no hay esperanza de futuro.
Sin esperanza... hemos perdido la fe.
Sin fe... estamos matando larvadamente a nuestros hijos.
Del dicho al hecho puede haber o no un gran trecho. Todo depende de la magnitud de lo que decimos, y de la importancia de lo que hacemos. Pero toda promesa incumplida es a la larga un insulto a la inteligencia ajena. Porque ser crédulo puede ser un acto de debilidad, pero creer en cosas ciertas que pasan por nuestro propio accionar, es un acto consciente de fuerza.

Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero Nº 484, el 7 de agosto de 1996