Por iniciativa de mi amigo, Sergio Carreño (el Pollo) y quien escribe, Omar Zuazo (el Vasco), decidimos regalarnos una cacería en el Sur.
Debido a nuestros 50 años, es que fuimos el 4 de noviembre de 2011 a comprar un remate a San Martín de los Andes. Dicha compra fue hecha desde el 13 al 20 de marzo de 2012, en el coto “Cerro León”.
El 11 de marzo llegamos a San Martín de los Andes. El día 12 después de haber hecho todos los tramites correspondientes en Parques Nacionales y contactar al guía de caza Andres Alarcón, nos dirigimos al lugar de cacería.
El viaje consistió en 40 minutos en lancha, para cruzar el Lago Lolog y llegar a Ahurquinco. De ahí seguimos a caballo con toda la mercadería, bolsas de dormir y lo indispensable para acampar.
Llegamos al campamento base, después de una hora. Consistía en un toldo, hecho con nylon negro y un tacho que nos servía de fogón. El lugar era espectacular, rodeado de un río y un arroyito que era el que nos proveía de agua tanto para tomar, como para lavar todos los utensilios de cocina.
Los primeros 4 días, realizamos una cacería en el sector bajo del coto, entre Mallines y Ñires, sin tener buenos resultados.
Por decisión del guía, los tres días restantes ascendimos al Cerro León -2.000 msnm- donde encontramos alrededor de 6 ó 7 ciervos bramando. Una vez que nos instalamos en una especie de campamento provisorio, comenzamos el avistaje de los ciervos.
Era alrededor de las 18:30 horas, cuando se escuchó un bramido muy llamativo en un hoyón cubierto de lengas, a unos 400 ó 500 metros de donde nos encontrábamos, en el cual mi amigo, junto con el guía, comenzaron el descenso para localizar al animal; éste los ve y emprende una huida, sin percatarse de que al lugar donde huía, me encontraba yo.
Fue una sorpresa inmensa al ver semejante animal correr hacia mi; entre que me acomodo, apunto y disparo, se había alejado unos 280 metros.
Le hice un disparo con mi Regmington 700 calibre .308, con munición Federal de 165 grein; el cual dio en el codillo del ciervo, que hizo un abalanzo para luego caer abatido.
Fue una alegría muy grande cargada de mucha adrenalina. Luego sacamos las fotografías y los abrazos con el guía y mi amigo.
Al otro día, el Pollo cazó un selectivo de 10 puntas, muy grueso, y a la tarde de ese mismo día, emprendimos el descenso al campamento base, después de 3 horas y media. El día antes de volver, mi amigo cazó un doce puntas muy lindo y así dimos por finalizada una cacería formidable, rodeados de paisajes, montañas, ríos y una quietud que la verdad nos sorprendió a los dos.
La experiencia fue fantástica y vaya un agradecimiento muy especial al guía de caza Andres Alarcón, por su forma de ser, su solidaridad y sus conocimientos del terreno en el que andábamos.
Eso es a grandes rasgos lo que mas o menos vivimos esos 7 días en la cordillera. |