Hace tiempo escribí irónicamente que la prueba de que el mundo se está volviendo cada vez más peligroso consiste en que para nacer es conveniente hacerlo en un hospital. Desde ya, sacado del contexto original, esto puede parecer un mero juego de palabras; pero la realidad es que el ritmo que se vive en las selvas de cemento llamadas metrópolis es alucinante. No es precisamente por el exceso de trabajo que se da en la vida moderna, sino por el innecesario y absurdo desorden que ocurre en los múltiples aspectos cotidianos, en los cuales somos simultáneamente actores-espectadores.
La explosión demográfica mundial por un lado, y el desarrollo tecnológico no han encontrado todavía puntos de equilibrio, que emocionalmente e intelectualmente permitan una existencia dinámica pero lógica. No es el mero esfuerzo lo que genera sufrimiento, siempre y cuando aquél sea proporcionado a la capacidad real del individuo. Lo que amarga a la gente es la sensación de futilidad de los actos incoherentes y contradictorios. Caminar sin destino, y además hacerlo permanentemente sobre sus propios pasos, es una carga mucho más pesada de las que tienen aquellos que se fijan metas y rumbos viables a sus fuerzas y a sus necesidades.
A veces la vida nos lleva a situaciones en algo similares a las que desarrollan esos factores circenses que son simultáneamente equilibristas y malabaristas en un solo acto. Más aún, si queremos imaginar dificultades adicionales agreguemos que el espectáculo se desarrolla a la intemperie y en pleno temporal. Si deseamos estar seguros de incrementar a límites insostenibles la posibilidad de fracaso pongámosle dentro del entorno un tifón con un terremoto simultáneo. Este conjunto de inconvenientes artificialmente creado es tan injusto como absurdo para aquellos que sufren involuntariamente una carga adicional a la correcta.
Simplificar la vida es la acción lógica de quienes nos sentimos presionados por una sociedad de consumo que deja enormes agujeros negros en su conducta.Porque tecnología no siempre es civilización, en la medida que se abandona el empleo de la sensibilidad humana para entretenerse con chips especialmente diseñados para distraer.
El instrumento nunca debe ser el objetivo final, sino el mero medio para llegar a él. La pérdida de espacios éticos hacen que la políticase convierta en una mera ocupación de sitios y sitiales; la educaciónen una instrucción destinada a operar máquinas y equipos, y no a establecer conductas y responsabilidades sociales; los sentimientosen mero placer circunstancial, que los avances modernos incluso pueden potenciar con hipótesis de amores virtuales. La sociedad se carga de esta manera con mucho de suciedad, y por ende no funciona dentro de una convivencia necesaria para su supervivencia.
Es conveniente que todos vivamos conforme a los compromisos que nosotros exigimos a los demás, por encima de los desentonados discursos ajenos, caso contrario aparecerá en el futuro un nuevo Darwin que estudie la decadencia de la especie humana y su fracaso dentro del mundo. Espero que ese Darwin sea tambien un hombre y no un sustitutivo animal emergente.
Amigo Lector: Juntos hemos recorrido un difícil camino en el cual el heroísmo cotidiano consistió en crecer constantemente sin quejas ni quejidos. Las reglas de juego fueron cambiadas muchas veces pero los que vivimos la vida como un deporte en donde ponemos vocación, seguimos recorriendo un camino sin el que la palabra es un compromiso y el honor una convicción.
En tanto tengamos presente los conceptos de Sir Walter Scott que decía: la esperanza es más brillante cuando amanece desde los temores.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 505 del 1° de enero de 1997 |