Los lamentables episodios que convocaron a la prensa argentina en los últimos meses me alejaron circunstancialmente de una serie de reflexiones vinculadas a la necesidad de mantener un alto nivel de educación como presupuesto esencial para aspirar a un buen nivel, tanto personal como general.
Siempre digo en forma jocosa que tengo que portarme bien no sólo por convicción sino porque mucha gente me vigila; es decir que tengo que ser absolutamente coherente entre lo que pienso, lo que digo, lo que escribo y lo que hago. Desde ya los vigilantes más cercanos que tengo son mis propios hijos, los cuales me observan constantemente y jamás me perdonarían un error de conducta.
Esta pequeña introducción es para explicarles a ustedes algunos de mis pasos del mes de enero de este año, en que por primera vez en mucho tiempo resolví trasladar a mi familia a una pequeña y encantadora localidad del sur de la Florida para seguir un curso intensivo de inglés destinado a potenciarnos algo más en ese idioma.
Lo diferente consistió en que yo también asistí a uno de esos cursos, y pretendí dar un ejemplo real de la necesidad que todos tenemos de seguir aprendiendo cualquiera sea el nivel de preparación que tengamos en cierto momento. Era el más viejo de todos los alumnos, sin embargo sin ser el más capaz era el más alegre; con ello demostraba que el esfuerzo y la responsabilidad en la tarea no significa necesariamente fastidio o amargura. Seguir siendo alumno siempreno implica el desistir de la obligación de ser maestro siempre; porque es un acto de egoísmo cargarse de conocimientos y experiencias sin transferir las mismas a quienes nos rodean.
En ese mes diferente medité mucho sobre nuestro país y sus distintas alternativas y crisis que no siempre nos potenciaron debidamente. En las llamadas telefónicas cotidianas debía anteponer siempre el número de prefijo que corresponde a la Argentina. Era el 54, casi el mismo que ocupamos actualmente en el ranking de países en el mundo. Sin embargo sesenta años atrás estábamos en el séptimo lugar por encima de muchas potencias que tenían peso militar pero que no generaban en su población una riqueza productiva disponible. Es que durante todo el siglo XIX y hasta mediados del XX una equivocada estrategia mundial potenció el servicio militar como una fuente de empleo e inversión. El resultado fue mucha sangre, destrucción y resentimiento.
En ese período que tuve de estudio y meditación me preguntaba constantemente ¿cómo hago para explicarle a mis hijos adolescentes los motivos que llevaron a la pérdida de importancia relativa que tuvo nuestro país en el contexto mundial? Pensé que quizás una serie de cartas pudieran servirles como referencias indicativas para que ellos mismos sacaran conclusiones. También pensé que si mis hijos entendían el mensaje, dichas cartas podían ser útiles a los hijos de muchos de nuestros lectores. Por ello a medida que las vaya escribiendo, y ellos las aprueben, serán publicadas en forma alternativa con otros textos que las circunstancias ambientales requieran.
no hablaré de personas o personajes de nuestra historia reciente, ni de militancias políticas que orientaron o desorientaron a nuestra sociedad. Solamente el relato de pequeños hechos que son representativos de grandes errores de conducción o de conducta; porque la gran estrategia fracasa cuando las ejecuciones tácticas son torpes o frustrantes.
Solamente analizando nuestros errores pasados, que sirvan para corregir los actos presentes, lograremos mejorar, no nuestra característica telefónica internacional, sino nuestro nivel de vida relativo. Esa educadora corrección permitirá nuestro desarrollo.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 514 del 5 de marzo de 1997 |