REGION - La Pampa
Semanario REGION
Del 4 al 10 de noviembre de 2011 - Año 21 - Nº 1.017
R.N.P.I. Nº 359581

  
Los límites de la normalidad

-¿Mamá quiénes son anormales?, preguntó inquieto el chanchito a mamá chancha, quien luego de meditar profundamente le contestó - hijo ... anormales son quienes no son chanchos.
Desde chicos aprendemos a relacionar los objetos que nos rodean por su tamaño, o por su ubicación dentro de diferentes planos. Las cosas para el niño son pequeñas o grandes, cercanas o distantes, altas o bajas, gruesas o flacas, livianas o pesadas; pero siempre en relación a él como sujeto observador del medio en el cual se encuentra o actúa.
Más adelante aprendemos a diferenciar los olores, colores y texturas por su forma de llamarnos la atención. Y así vamos avanzando en la percepción de las diferencias que caracterizan a cada objeto y elemento que nos acompaña en este mundo, que parece nuestro, pero del cual no somos nada más que inquilinos en tránsito.
El uso de unidades de medidas más precisas es parte del crecimiento del hombre. La necesidad de trabajar con exactitud, como una manera de ser claros en la comunicación con nuestros semejantes, llevó a que se buscaran formas convenidas para que existiesen coincidencias en las apreciaciones de esos elementos y objetos en su análisis.
Pero cuando tenemos que medir las conductas humanas encontramos que los consensos sociales van variando según los lugares y las épocas. Así fue que la esclavitud era aceptada, o repudiada, conforme a parámetros políticos y morales que variaban según conveniencias, necesidades, o toma de responsabilidades. Lo mismo podemos decir con otras formas de esclavitud que son la prostitución, las adicciones a drogas, o la adquisición de hábitos y costumbres que terminan restando discernimiento y finalmente quitando libertad.
Pero cuando la sociedad toma conciencia de que una tendencia manifiesta la va llevando irreparablemente a su autodestrucción, los individuos que la componen van generando poco a poco anticuerpos tendientes a preservarla, y finalmente se busca cambiar el sentido con que se está actuando para evitar catástrofes finales.
Enfermedades como el sida, por ejemplo, están produciendo un revolucionario cambio en la conducta de las personas, que hubiera sido difícil de prever diez años atrás. Conceptos como estabilidad y fidelidad en la relación amorosa vuelven a tener vigencia, quizás inicialmente más por espíritu de preservación que por cambio ético, pero finalmente se afirma la transformación de conductas. Cuando el precio de la aventura puede ser la vida, los que quieren vivir no siempre están dispuestos a pagarlo.
Enfermedades como la corrupción social también generan por saturación los anticuerpos éticos. Aún los vivos se cansan de estar siempre alertas, para evitar que otros vivos les mejicaneen el producto de sus latrocinios y negociados. Nadie puede vivir en el país del vale todo, porque la permanente inseguridad de hecho se transforma en la falta de aplicación del derecho. En los estudios de abogacía se enseña que algunas de las fuentes generadoras del derecho, son los usos y costumbres; debemos enseñar, también, que aquellos usos que generan costumbres negativas terminan por degenerar al derecho, si la sociedad no está alerta.

Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero 441 del 11 de octubre de 1995

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