Para el águila solitaria ha de existir un único amante…
la altura.
Sergio Abaldi
Atentas a la continuidad de un relato, muchas personas esperan las novedades que depara ese argumento donde personajes y sentimientos se enredan en una trama que autores diversos van desgranando día a día. Por ejemplo, se preguntan: ¿A ver qué pasa…? ¿A ver qué dice…? ¿Cómo terminará…?
Esta imagen se me presentó en estos días, cuando realizando un viaje en taxi, el chofer escuchaba atentamente la radio, donde un comentarista especializado explicaba las idas y venidas de las circunstancias políticas argentinas. Más que cambiantes, decía, parecen inmersas en la misma historia pero con comediantes variables, aunque parecieran egresados de idéntica escuela dramática.
Durante el recorrido a mi destino y sin dejar de prestar atención a lo que se decía desde el micrófono, pensaba que muchas ficciones hacen escuela y que demasiados protagonistas están en el escenario sin guiones criteriosos ni sostenibles argumentos y que los actores de reparto desean papeles más destacados para demostrar que por algo están donde están. Claro que, siguiendo con los culebrones, el públicoespera el final del cuento, para saber quién se quedó con la chica y qué personajes fueron descartados. Sin olvidar el buscado efecto por parte de los responsables de ese verdadero festival de párpados, como lo llama un amigo mío, al llanto que acompaña a todos estos entuertos que nos trae la pantalla televisiva
Pero qué bueno que existe la realidad, que nos pone a todos en un equilibrio que podemos manejar. ¿O me equivoco? Cuando bajaba del automóvil de alquiler alcancé a escuchar desde la emisora ¿Usted cree que toda la sociedad está inmersa en una mediocridad que no permite demostrar una diferencia por contraste, que deje desubicado a un sector de ella por su ineficiencia o bajo nivel moral? No supe a quién le dirigían la pregunta. Tampoco me enteré cómo contestó el entrevistado. Me fui caminando y pensé que en la novela de la tarde los roles o argumentos de sus mensajes son, en la mayoría de las veces, negativos, que hay poco espacio para protagonistas honestos, probos y trabajadores. Lo inmoral, la trampa, el engaño, la corrupción, se magnifican en la continuidad de vidas irreales creadas para entretener o adormecer.
Seguí pensando que era saludable que eso no sucediera en nuestras vidas cotidianas y que los mejores propósitos eran los que acunaba desde chiquito, aquel candidato que me sonreía desde el afiche pegado como empastado, que estaba contra el poste de luz de la calle donde caminaba. También me animó a recordar que no estaba frente a un televisor esa mirada como seductora, de una postulante a escalones de poder que desde la tapa de una revista parecía más convencida que convincente.
Las imágenes seguían junto a mi ruta y apurando el paso, ya que llegaba a mi cita, traté de imaginar la urna de los votos casi como un control remoto, donde podía ver a la farándula mezclada con los postulantes, donde la mayor sinceridad estaba en cómo se decía la mentira. Donde el personaje hacía proselitismo junto a un anuncio de jabón o de bebida gaseosa y su mayor deseo no era ayudar al crecimiento de muchos, sino su permanencia indefinida. Me di cuenta de que muchos políticos no sólo habían tomado las llaves de la ciudad sino también su cerradura. Pero enseguida entendí que estaba como imaginando una tira. Y me dije, es demasiado irreal. Es mejor que no vea tanta televisión.
Elizabeth Tuma
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 1064 del 19 de septiembre de 2007 |