Cuenta la historia que un inmigrante después de muchos años volvió de visita a su país de origen que lo vio partir de chiquito. Lo acompañaba su esposa que era nativa del lugar donde se había radicado para hacer la América...
Durante años había hablado maravillas de su tierra, de su pueblo, de sus costumbres. Su gran y permanente ilusión era ese viaje de regreso temporal. Las horas de vuelo en avión transcurrieron plenas de descripciones y ensueños ansiosos, cuando, ya próximo a aterrizar el comisario de abordo informó que la temperatura que hacía en el aeropuerto de destino era de 0º grado. El inmigrante gritó exaltado: ¡Viste mujer lo que te decía del clima, ni frío ni calor!
Cuando escucho a empresarios y comerciantes de distintos niveles quejarse de que el público asistente a los lugares de veraneo no ha gastado lo deseado, me pregunto ¿qué análisis de la información han hecho para justificar una concepción diferente de la que la realidad le está remarcando? Si la economía de un país ha sufrido un duro año de recesión y reacomodo parcial no es lógico que pueda presuponerse que en el verano el público vaya a gastar el dinero que no obtuvo o perdió en el año precedente.
Existe una frase, a suerte y verdad, que muchos empresarios emplean equivocadamente al tomar solamente el concepto de suerte para justificar sus éxitos o fracasos. La verdad que es elemento esencial de la realidad debe ser la piedra basal de la toma de decisiones correctas, la suerte a lo sumo puede potenciar las previsiones y los resultados.
La teoría de la imprevisión es una excepción aplicable a sólo aquellos casos en que el cálculo de probabilidades roza con lo casi imposible. Ciertos riesgos, como el ocasional granizo o huracán, o los daños excepcionales provocados por una conmoción interior o conflicto externo, son incluso asegurados con cláusulas especiales por compañías que aceptan ese tipo de siniestro. Pero el empresario que juega a la lógica de una conducta político-económica estable, se olvida, o quiere ignorar, que se sienta en la mesa de un casino, que no siempre es regenteado por gente de buena fe. Y sobre este punto no existen seguros que cubran a los especuladores circunstanciales.
Una sociedad que ha perdido seguridad en sus funcionarios, orientación en sus educadores, salubridad en sus médicos, equilibrio en sus periodistas, vocación de justicia en sus letrados, es una sociedad en crisis. A veces el ciudadano tiene la sensación de estar integrando una planta fabril en la cual no se sabe qué es lo que se produce, ni para qué sirve cada una de las actividades específicas que se desarrollan en la misma, ni siquiera quiénes son y qué grado de responsabilidad ética y profesional tienen, quienes aparecen alternativamente en la conducción.
Solamente si se definen con claridad las metas posibles, sin grandilocuencias y sin engaños, se puede comenzar a recuperar tiempos perdidos y espíritus dispersos. Pero si la fe en el futuro es nada más que una simple credulidad inoperante, que depende exclusivamente de la gracia de alguien, o del azar, estaremos siempre solos sin saber responder al elemental enigma de si hace frío o calor.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 462 del 6 de marzo de 1996 |