La comedia humana es el nombre que puso el escritor francés Honoré de Balzac (1799, 1850) para reeditar una serie de relatos novelados, publicados en forma de folletín, en los cuales muchos de sus personajes protagónicos reaparecen en algunos de sus capítulos. En 1970 se llevó al teatro algunos de sus textos más representativos.
André Maurois (1885, 1967) decía que las más bellas novelas son las de aprendizaje y que cuando el amor se vuelve en coquetería, la virtud se compra. Es que la lucha entre el amor y el dinero, que mencionaba Balzac, estropea la estabilidad de una relación sentimental
La descripción de ciertas falencias, propias y ajenas, permite vislumbrar las marchas y contramarchas en la vida de relación.
Las ilusiones perdidas es otro de los temas desarrollados por Balzac, del cual se han recopilado más de 137 novelas.
Basta repasar desde la Divina Comedia de Dante hasta Cándido de Voltaire para descubrir que las inestabilidades emocionales y las desorientaciones, particulares y sociales, no son propias y exclusivas de esta errática nueva era que estamos comenzando.
Cuando, doscientos años después de la Revolución Francesa, estuve residiendo unos pocos meses en la región denominada la Vendée me encontré con gran sorpresa con gente de clase media que era simultáneamente socialistas, monárquicos. Como esto me parecía una contradicción política pedí que me explicaran el porque de esa posición. Fue así, que pese a creer que sabía bastante de la historia de ese país, me enteré tardíamente que en 1799 hubo una reacción popular monárquica en esa zona que fue sangrientamente reprimida por los republicanos. La crueldad fue tan grande que doscientos años más tarde muchos habitantes democráticos de esa región seguían sin perdonar ese genocidio.
En la comedia humana que todos vivimos, y en la cual seguiremos participando mientras seamos seres vivientes, existen infinidad de estas contradicciones, que pueden ser relatadas en forma de folletines como en la antigüedad, o exhibidas alternativamente en diarios, revistas y televisión.
Las transformaciones sociales, y el extraordinario avance tecnológico, no han corregido ciertas hipocresías humanas que bajan el promedio ambiental de seguridad ética. Más aún, ciertos emergentes influyentes terminan, como ciertos efluentes, contaminando los entornos. Su tratamiento no es ni sencillo, ni seguro, pero requiere una inteligente perseverancia, destinada a evitar que la inmoralidad desproporcionada afecte sicológicamente a cada ser humano y su entorno.
Medir a cada persona para que sea exactamente igual a otra es injusto y arbitrario, pero tolerar las aberraciones, abiertas o encubiertas, es también una arbitraria injusticia para los demás componentes de una sociedad. Un ejemplo de esta aparente contradicción es la historia del lecho de Procusto que muchos hemos conocido a través de relatos en el colegio. La mitología griega nos habla de un gigante, bandido malvado y ladrón de caminos, que se apoderaba de quienes los recorrían y los sometía a un horrible suplicio consistente en colocarlos en un lecho y si su estatura era menor los estiraba aún a costa de destrozarlos, y para el caso que fuera mayor a ese lecho, les cortaba los pies. Dice esa misma mitología que Procusto fue finalmente capturado por Teseo y murió sufriendo idéntico suplicio. No todos somos iguales, pero tampoco debe igualarnos el suplicio de quienes no respetan al ciudadano.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 863 del 12 de noviembre de 2003 |