En el orden político las respuestas condicionadas obligan a ejecutar pasos muy cortos; por lo tanto quienes hablan de planes de acción, apenas pueden referirse, disimuladamente, a elementos tácticos tendientes a captar aliados circunstanciales, para sumar votos sin futuro cierto.
Para el pueblo, que observa desde distintos ángulos la lucha por el poder, la sensación de desesperanza es terrible. Algunos protagonistas políticos actúan de modo tal, que se percibe el ansia de ocupar territorios, con soldadescas que operan como fuerza de choque con la misma vocación de los mercenarios para el reconocimiento de cobro de una parte del botín.
Esta verdadera guerrilla política desgasta aún más a una sociedad deprimida, y en momentos oprimida. Es que la lucha política va adquiriendo lentamente matices similares a una fraccionada guerra civil entre emergentes que buscan dominar sectores y zonas.
Cuando se estudian ciertos tramos de la historia de la civilización, sorprenden ciertas etapas, aparentemente lejanas, como el feudalismo. Sin embargo muchos resabios perduran en los gestos y actitudes humanas de ciertos políticos. El dominio total y absoluto de municipios y provincias, por parte de dirigentes que premian a quienes los votan sin secretos, y castigan a quienes así no lo hacen, es la negación de la democracia representativa
El degenerativo mal comportamiento hace que los intereses espúreos de grupos sean tan extravagantes, como la de las extrañas familias que vemos en las películas policiales, que luchan para quedarse sin competidores. En esas películas aparecen grandes actores que terminan pactando actividades o territorios, para explotar mejor a los indefensos.
Ninguna sociedad puede avanzar si no existe justicia distributiva basada en méritos sanos y esfuerzos ponderables. Los hechos han demostrado que no basta que la Constitución de un país enumere en forma detallada los derechos de los niños, jóvenes y ancianos, si la aplicación de los mismos se realiza por la malversación de los recursos, y la corrupción de quienes tienen que proteger a la ciudadanía.
Cuando los emblemas y slogans partidistas sustituyen a una clara definición de objetivos viables, insensiblemente se van sustituyendo los emblemas nacionales por nuevos escudos feudales que subordinan al habitante frente a la corte.
Descreer de fórmulas mágicas es un buen comienzo para crecer. Las crisis no se solucionan con discursos, sino con el cambio de los cursos equivocados
Conceptos ya publicados en Diario del Viajero n° 824
del 12 de febrero de 2003 |