El avance de la tecnología no ha significado un avance en el ejercicio de la ética. Constantes hechos nos lo recuerdan permanentemente como un negativo ayuda memoria. Los hombres emergentes que pretenden conducir la historia de un pueblo, cualquiera sea el tamaño de éste, muchas veces apenas escriben historietas, que no son precisamente cómicas en su contenido o significado.
¿Quién puede discutir la importancia de la ley en un sistema democrático representativo y republicano? Sin embargo, alrededor de la gestión de una ley pululan lobbys que funcionan no para el lógico esclarecimiento de encuadres o posturas con derecho a ser tenidos en cuenta, sino como prometedores de favores personales a cambio de modificaciones normativas de privilegio.
quienes legislan de esta manera pierden el carácter de representantes del pueblo para transformarse silenciosamente en apoderados ocultos de corporaciones interesadas en prebendas. Son personeros alquilados circunstancialmente a cambio de imprecisos honorarios que perciben subterráneamente. El decoro parlamentario obliga a una autodepuración.
Pero la generación de normas obligatorias para las personas, físicas o jurídicas, no está reservada exclusivamente a los legisladores. Los funcionarios del Poder Ejecutivo también emiten resoluciones y finalmente decretos que generan o quitan derechos y obligaciones, y por ende provocan riquezas o daños y perjuicios a las partes, o a los integrantes de la sociedad entera. El juego de influencias no es nada más que la ruptura del principio de igualdad del ciudadano.
Es absolutamente falso que se hable de igualdad frente a la ley, cuando la ley ha sido redactada especialmente para romper la igualdad de todos. La democracia se quiebra cuando el principio de equidad no funciona, y la justicia queda supeditada a la mera gestión de abogados abrepuertas que ganan no iluminando los casos, sino ensombreciéndolos con la penumbra y el susurro. Esos colegas míos no son generalmente ni grandes oradores o brillantes tratadistas, les basta conocer las cosquillas de los hombres para lograr la eficiencia en los resultados.
La Justicia, como uno de los poderes de Estado, también debe ser representativa aunque la forma de elección de sus integrantes no sea por voto directo del pueblo. Los jueces representan el ansia de seguridad total que tiene cada hombre que comparte en sociedad un territorio determinado. Si los jueces no dan esa seguridad a todos por igual no funciona la República.
Los medios de comunicación tampoco obran éticamente cuando permiten que se operen en forma encubierta campañas de acción sicológica u operaciones de prensa. ¿No es acaso también una traición a la representatividad que le otorgan a esos medios sus lectores y escuchas? Difundir las promesas de los mentirosos profesionales es participar indirectamente en nuevas defraudaciones a la fe pública.
La libertad obliga a una ética en el comportamiento, que tiene que estar orientado por reglas de juego claramente entendibles y fácilmente cumplibles. La sociedad necesita de magistrados que enseñen con su conducta y corrijan con su equilibrio. El día en que los actos de corrupción sean considerados como disparates fácilmente detectables, y sus autores dejen de ser personajes en desgracia para convertirse en meros reos, habrá menos tentativas y menor cantidad de complicidades tentadoras. Entonces tendremos más ejemplos de gente honesta por vocación, con algunos que se agreguen por miedo a la ley justa, y a la justicia con equidad. Crecerá el país para todos al afirmarse la vigencia de la igualdad de todos.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero nº 437, el 13 de setiembre de 1995 |