Cuando el calendario nos da vía libre mediante feriados o licencias, se producen movimientos migratorios temporales que buscan, en el cambio de sitio físico, un cambio de clima espiritual. Esa especie de fuga de los problemas, en algunos casos, o de recomposición anímica en otros, implica una serie de análisis parciales que ayuda a una mejor interpretación de este fenómeno social, que adquirió enorme importancia en la segunda mitad del siglo veinte.
No hay duda que el desarrollo de un transporte rápido, cómodo y barato puso a disposición de una gran cantidad de gente la posibilidad de llegar a lugares que antes podían ser difíciles de alcanzar. Es así que el miniturismo se convirtió en la tentación de largos fines de semana. Es así también que los tours de diez días a sitios lejanos se tornaron viables.
Pero este flujo humano, que en ciertas épocas da la sensación de grandes mareas, no puede ser analizado debidamente si no se consideran las distintas motivaciones de los participantes de ese turismo moderno.
En primer lugar el turista busca tranquilidad, aún en una riesgosa pista de esquí o en el caminar en pleno centro de una ciudad.
En segundo término busca seguridad, prima hermana de la primera pero con características propias.
La amabilidad o cortesía es otro elemento subjetivo que está implícito en la búsqueda.
La posibilidad de transmitir al visitante elementos básicos de cultura general o folclórica es un plus que ayuda a tomar la decisión.
La alegría auténtica de un pueblo atrae siempre, cuando no está fundada en artificios y estimulantes degenerativos
La limpieza de las personas y las cosas dan un colorido mejor al ambiente que recibe
La diferencia de lugares, hechos y elementos positivos tienta al visitante.
Pero así como el turista que se convierte en huésped busca esos aportes en su decisión, su anfitrión también pretende que le traigan esos mismos aportes en cada visita para justificar plenamente una diferencia.
El intercambio cultural que implica el fenómeno turístico obliga a una gran responsabilidad social de todos los intervinientes, operadores o pasajeros, para que los saldos sean positivos, no sólo en las cuentas bancarias o de divisas, sino para que nadie con justicia pueda considerar a ese turismo como un mal necesario, que corrompe y enriquece simultáneamente.
Sólo así anfitriones y huéspedes recuperarán el significado que tenían en su origen dichos conceptos: el encuentro de seres humanos que saben agasajarse
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en la edición n° 248 del 29 de enero de 1992 |