El fin no justifica los medios...
pero los medios pueden mostrar los malos fines
C. B.
La revolución tecnológica es una constante en las últimas décadas, que nos obliga a dejar de lado el concepto de revolución, para sustituirlo por el de transformación permanente. Pero el hombre, que a veces se llama revolucionario, permanece con sus viejas flaquezas y debilidades interiores, frente a los veloces cambios exteriores.
La idea de democracia implica características de la sociedad, que invoca su funcionamiento, que no siempre tienen plena vigencia operativa. La libertad puede estar constreñida por una realidad que no la respeta. La igualdad sólo se da plenamente cuando la oportunidad es similar para todos. El viejo concepto de fraternidad sostenido en la Revolución Francesa puede ser interpretado, actualmente, por el de solidaridad social, que a veces no es suficientemente funcional.
Existen diferentes parámetros para medir el crecimiento de una sociedad. Podemos hablar, por ejemplo, de incremento de la población, sin que esto signifique necesariamente un mejor standard de vida general. Se puede decir que el producto bruto de un país, o de una región, creció, sin que implique un mejor reparto de esa riqueza. Podemos mostrar una mayor asistencia a escuelas, pero no siempre ese aumento de escolares significa mejor nivel educativo, porque el mismo está marcado no sólo por el número de asistentes, sino también por la calidad del mensaje educativo que recibe cada uno de ellos.
Estas reflexiones están destinadas fundamentalmente a evitar que los meros mensajes estadísticos nos lleven a interpretaciones incompletas, y por lo tanto a conclusiones inexactas. Las estadísticas sirven para ayudar al diagnóstico de una situación, pero si no están adecuadamente integradas con otros datos pertinentes, pueden derivarnos a falsas conclusiones.
¿Qué elementos tenemos que tener en cuenta para medir el índice de criminalidad de una sociedad? Si es la cantidad de denuncias formuladas por los damnificados, bastaría dificultar burocráticamente las mismas para manejar las estadísticas. Si tenemos en cuenta la cantidad de casos resueltos, con las sanciones pertinentes, nos encontramos con otro importante parámetro. Si observamos los índices de reincidencia, podemos apreciar si funciona o no el concepto de recuperación de los delincuentes.
Pero en este análisis, no debe soslayarse la prevención del delito, es decir la detección temprana de conductas precriminales o los denominados actos preparatorios para el delito. Dificultar la comisión de actos ilegales implica disminuir el número de damnificados y la gravedad de los hechos.
Los medios de comunicación también pueden ayudar en la prevención y el esclarecimiento de ciertos hechos que perturban a la sociedad en general. Desde la difusión del reclamo de los ciudadanos, para una mejor defensa de sus derechos, hasta la registración documentada de fraudes y otros delitos, que cometen quienes ocupan destacadas funciones representativas.
En la medida que una prensa responsable desenmascare el disimulo, puede haber una vigente conciencia ciudadana, que sanciona moralmente, mientras se espera la sanción legal correspondiente. Una ética superficial, sin raíces adecuadas, es sólo un barniz cubritivo de fallas estructurales.
Las cámaras ocultas que algunos emplean para ayudar a la justicia, generan responsabilidades a quienes las usan maliciosamente. La prohibición generalizada de las mismas restaría un instrumento importante que, bien usado, sirve para la defensa de la sociedad frente a la corrupción, de unos u otros.
Carlos Besanson
Diario del Viajero n° 605, del 2 de diciembre de 1988 |