Hay quienes dicen que la política es el arte de sumar. Pero no siempre es así, a veces se suman números negativos, que terminan restando valores al resultado final.
También en la naturaleza humana, ciertos organismos enfermos necesitan transplantes y transfusiones. Pero no todos los tipos de sangre son compatibles entre sí, ni todo injerto o transplante es asimilado adecuadamente por quien lo recibe. Si no se tienen en cuenta las afinidades pertinentes, un peligroso rechazo puede llevar a la pérdida de la salud, o de la vida.
Lamentablemente las conductas humanas son contradictorias entre los enunciados y sus realizaciones. Muchos pretenden que sus hijos sean agradecidos con sus padres, pero ¿son esos padres manifiestamente agradecidos hacia quienes actúan en forma solidaria con ellos? ¿son esos padres buenos ejemplos cotidianos de honestidad y recta conducta, como para ser parámetros adecuados de orientación? En nuestra vida de relación, la lealtad ¿es una virtud transitoria, o un estilo de vida?
¿Tenemos derecho a exigir en nuestros representantes y emergentes sociales, virtudes que no practicamos habitualmente? La viveza criolla ¿es un acto inteligente, o una contagiosa degradación de nuestra dignidad?
La solidaridad ¿es un sentimiento con el cual convivimos, o un discurso mentiroso, que no nos compromete en los hechos?
¿Nos asusta más el robo, por la violencia que implica, que el artero hurto que es más disimulado?
Lamentablemente los resultados de estos interrogantes no nos favorecen. Es difícil aceptar que sólo los malos llegan al poder, en una sociedad integrada por una supuesta mayoría virtuosa. ¿No será que nos falta un profundo ejercicio de autocrítica y un asumir culpas propias para poder tener autoridad sobre las ajenas?
El crecimiento personal influye en el crecimiento social, y viceversa. Y ese crecimiento no puede estar fundado en la acumulación de riquezas innecesarias, sino en el crecimiento intelectual y moral de cada integrante, de cada uno de los grupos y sectores en donde conviven.
La sociedad argentina está viviendo momentos críticos, de los cuales todos debemos sentirnos responsables, por acción u omisión. Nos están, y nos estamos, hurtando el tiempo.
Ni el silencio cómplice, o cobarde, es solución, ni el ruido desordenado es armonía, a lo sumo se puede discutir si es hurto o robo de nuestras esperanzas, según el disimulo con que algunos actúan, o la violencia de sus gestos.
¿En qué cuerpo social estamos insertos? ¿Qué rechazo generamos?
¿Sumamos cada uno de nosotros números positivos o negativos? ¿Cuál es el resultado final de esta cuenta, por momentos llamativamente regresiva?
No actuemos en nuestro propio hogar como ingratos forasteros.
Las nuevas tecnologías, si bien pueden brindar instrumentos de uso perverso, de ninguna manera condicionan las conductas. El ser humano sigue teniendo las mismas debilidades que cincuenta siglos atrás.
La honestidad es un acto inteligente en la vida de relación. Ser bueno no es ser tonto ni cobarde. A veces se requiere mucho valor para no ser cómplice de fraudes, que terminan desgastando la vida personal y social de los actores.
Al terminar la segunda guerra mundial surgió, en una Italia derrotada y destruida, un cine de gran fuerza social, que hizo escuela bajo la denominación de neo-realismo italiano. Una de las películas de gran impacto se llamaba I bambini ci guardano, Los niños nos miran. Creo que nuestros hijos nos observan y nuestros padres se preocupan por nuestros ejemplos.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 784, del 8 de mayo de 2002 |