Los mecánicos de automotores (aunque la fecha es abarcativa a los que reparan motos, aviones, barcos y otras maquinarias), “nuestros mecánicos”, componen una simpática familia de fierreros, acostumbrados a esos mates lavadísimos que acompañan a veces largas horas en la fosa o el elevador, detrás de esa pieza que no quiere salir. Años atrás, la figura del mecánico era más clásica, más cruda y menos computarizada. Pero hoy todo pasa -en alguno u otro proceso- por la ayuda de la informática. No obstante conservan características distintivas, que con un poco de humor, las podemos recrear en este espacio.
Cerca de nuestra casa siempre hay un mecánico que arregla coches en la calle, con una remera que alguna vez fue azul, aunque su color real nunca nadie lo ha sabido. Presume que para él no hay falla que no pueda arreglar y opina que todos los que tocaron nuestro vehículo antes, son unos ineptos que nos robaron.
Y uno le lleva el auto, se encariña con ese personaje desenfadado que se limpia las manchas con un trapo que está más sucio que él, mientras nos explica cuál es el problema -que por supuesto- en nuestra segunda visita a pié, todavía no arregló.
Mientras uno arriesga a que se fije, porque quizá el ruidito sea nada más que la rueda, él opina que es la caja y que hay que bajar el motor a riesgo de tener que cambiar millones de cosas.
Ni hablar si uno es hombre y el mecánico nos da una explicación más técnica. Hay que asentir con la cabeza como que uno entendió, por que si no todos los del taller piensan que sos trolo.
No obstante, a veces lo peor viene en el sentido contrario, por aquellos que son tan atentos y serviciales que te convidan con café, o algo fresco y hasta “te hacen caso” en tus sugerencias. A uno se le ocurre decir ¿no será la bomba de agua?, e inmediatamente la sacan, la cambian, te la cobran y cuando todo sigue igual te dicen “Vaya tranquilo, vamos a seguir desarmando. Cualquier cosita le avisamos...”
Y para cerrar esta dedicatoria, están los “talleres software” muy bien equipados, que cuando uno llega, casi no te dejan hablar y todo lo que decís lo anotan en la computadora. Mientras uno más habla, más caro te sale. Te dan café y te mandan a sentar en una salita donde hay revistas y musiquita de Richard Clayderman. Ahí encontrás a otras personas con caras asustadas igual que uno. Cuando te llega el turno te avisan como cuando vas al dentista y uno se encamina hasta el taller, donde ves que los mecánicos alrededor de tu auto compiten a ver quien tiene el mameluco más limpio, y te corre frío por la espalda, porque te la ves venir y vas pensando: “mejor lo tiro y me compro otro”...
A los mecánicos les jode que el cliente esté allí mientras ellos arreglan tu auto, entre ellos hay una consigna, que “las únicas personas que trabajan con el cliente encima son las chicas de la calle”.
En fin, un poco de humor para recordar a nuestros amigos mecánicos, ¡No se la tomen a mal muchachos la próxima vez que vayamos a visitarlos!, si ustedes saben que somos jodones...
ELLOS ENTIENDEN...
Estaba un grupo de cirujanos reconocidos hablando y comentando de las diferentes cirugías que han realizado. Uno de ellos dijo:
La verdad es que no hay nadie más fácil de operar que los bibliotecarios.
¿Por qué?, preguntó el resto.
Porque cuando uno los abre se encuentra todas las cosas ordenadas en forma alfabética.
Otro de ellos comentó.
No es cierto, no hay nadie más fácil de operar que un contador.
¿Por qué?, preguntó el resto.
Porque cuando uno los abre se encuentra todas las cosas ordenadas numéricamente.
Otro de ellos comentó.
No es cierto, no hay nadie más fácil de operar que un mecánico automotriz.
¿Por qué?, preguntó el resto.
Porque cuando uno los opera y te sobran piezas, ellos entienden y no se enojan.
|