Quienes asisten a mis charlas y disertaciones, o leen mis escritos, saben que sostengo que la función de la prensa en general es la de iluminar debidamente el escenario, para que quienes actúan en él no se desorienten ni den pasos erróneos. Más aún, a veces hago la reflexión sobre la prensa que es como un faro que ilumina los escollos, advirtiendo los peligros que ellos ocasionan, pero que de ninguna manera pueden cumplir la función del capitán del barco que debe tomar las decisiones correctas, como así tampoco debe confundirse injustamente al faro con el escollo perturbador
Permanentemente la información que recibimos los ciudadanos nos muestra episodios de corrupción que afectan la vigencia de la democracia. Desde injustas jubilaciones de privilegio que trastrocan el concepto de igualdad, hasta la participación organizada en delitos como abigeato, es decir robo de ganado, en donde quienes deben cuidar descuidan, beneficiándose con ese apoyo, basado en una ficticia miopía, y por lo tanto la inoperancia que consolida la impunidad. También la adulteración de combustibles, sumada al fraude impositivo, convoca los titulares periodísticos de estos tiempos.
Estos hechos, recientemente publicados, no son nada más que reflejos de antiguas fallas de conducta. Una legislación que pasa, de manera alternativa, de dictatorial y arbitraria, a falazmente permisiva, ayuda a quienes apoyan a la delincuencia organizada desde una abogacía complicante, o cómplice, que posibilita a los letrados para que actúen como meros y amigables gestores ante los estrados judiciales.
La encubierta pérdida de vocación, de aquellos que se protegen en el presupuesto de cualquiera de los poderes del Estado, participando en sus diferentes competencias y jurisdicciones, termina en un desgano operativo que favorece las arbitrariedades.
La corrupción generalizada engendra crisis de representatividad y termina legalizando la injusticia y asegurando la impunidad de la delincuencia.
Por eso la prensa creíble sufre y sufrirá presiones en los periodistas que la practican auténticamente, y la investigación documentada que ellos hacen, molesta y perturba a quienes pretenden administar un estado paralelo que no está fundado en la solidaridad y la igualdad entre todos los ciudadanos, sino en las cotizaciones y contribuciones forzadas que pretenden los distintos padrinos que explotan los sectores que se autoadjudican, o logran que las otras familias les cedan temporariamente.
No todos los corruptos son funcionarios, necesitan como complemento una contraparte. También un empresariado corrupto ha logrado convertir la noche, en el sitio de localización y encuentro de todos aquellos que quieren negociar algo. Las gerencias y los gerenciadores muestran públicamente sus flaquezas para que nadie pierda el tiempo y vayan directamente al grano. Una mano buena en las cartas, sabiamente dirigidas, un modelo que comienza, o ya con un reconocimiento público, pueden ser las comisiones iniciales de un nuevo negocio basado en privilegios monopólicos, o en licitaciones preparadas.
También la prensa honesta, que no negocia con campañas publicitarias, a cambio de la penumbra o del silencio, ve ciertos obstáculos en la distribución de su información, por un sistema de exclusividades y privilegios, que excluye deslealmente la libre competencia frente al lector o escucha. Conviene recordar siempre que la libertad de prensa sólo existe, cuando el acceso de la información al ciudadano es directo y sin barreras.
Toda maniobra destinada a trabar la distribución de publicaciones debe ser considerada como un ataque a la libertad de expresión. Así lo han entendido todos los foros internacionales en donde se han debatido estos problemas, y en donde he tenido oportunidad de participar.
Sobre este punto volveremos próximamente pues consideramos que hay hechos nuevos que, de no corregirse rápidamente, deben ser conocidos públicamente, para que los ciudadanos opinen.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 671, del 8 de marzo del 2000 |