Hemos sostenido, desde siempre, que la actividad de los bancos no puede estar basada en la usura y en otras acciones que quiten seguridad a la sociedad en general.
Más aún la importancia de los bancos, y de los banqueros, hace que cualquier mala praxis que realicen perjudique escandalosamente, no solamente a los damnificados directos, sino también al resto de la ciudadanía. El mal ejemplo de los grandes desalienta a los demás y quita ecuanimidad y equilibrio en las relaciones sociales.
Creo en la obligación docente de las instituciones financieras, y por lo tanto todo acto contra natura es la negación de la razón de ser.
Las investigaciones sobre el lavado de dinero, algunas de ellas tan silenciosas que hacen dudar de su realismo, van mostrando, parcialmente, sectores corruptos que trabajan con clientes corruptos.
El problema es mundial, pero con ramificaciones locales. Es falso el argumento que a veces se da, referido al secreto comercial de cierto tipo de actividades, porque si bien no todo el dinero oculto proviene de la droga, casi todo es producto de un tráfico de influencias, en el cual los retornos son dinero mal habido. Más aún, en los casos menos graves, existe como mínimo una evasión fiscal, que afecta la igualdad ante la ley, frente a la obligación de contribuir al sustento presupuestario del Estado.
Los bancos no pueden ser los sitios de enjuague de capitales espúreos. No pueden ser lavarropas automáticos de capitales sucios. La libertad de mercado debe respetar la libre competencia dentro de los niveles de ecuanimidad y legalidad. La necesidad de abastecerse de capitales, para alimentar a las empresas y los empresarios, no debe justificar cualquier origen de los mismos. Si bien la conducción bancaria no tiene facultades fiscales, tiene sí la misma obligación ética que el ciudadano común, de denunciar hechos sospechados de delito.
Vestir ilegalmente el ropaje de ciertos empresarios es tolerar que la corrupción se acentúe aún más, y por ende la sociedad pierda en mayor grado todo lo referente a la seguridad y a la justicia.
Los grupos mafiosos que actúan como inversores lo siguen siendo, aunque concurran mediante representantes doctorados a reuniones que hablen de las finanzas internacionales. Y así como hay casos, en que sectores reservados de bancos atienden a clientes anónimos, también hay grandes estudios, con representación en muchos países, que venden servicios de protección legal a clientes que explotan negocios non sanctos.
Por eso también preocupan ciertos proyectos de privatización de los controles de recaudación impositiva y previsional, como sí la ineficiencia y la corrupción existiera exclusivamente en los niveles estatales, cuando también se da en la actividad privada. Quienes pretendan establecer la supervisión de las contribuciones en grandes estudios, no pueden ignorar que muchos de ellos han perdido parte de su independencia, en importantes negociaciones con colegas, de un primer mundo que los condiciona.
Crecer como país implica crecer como ciudadano. Crecer como ciudadano requiere un ejercicio de buen criterio aplicado en forma cotidiana. Para ello es necesario una libertad no condicionada del hombre honesto. Y además, que el hombre que no lo sea, no goce injustamente de una libertad acondicionada

Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 720 del 14 de febrero de 2001