Durante años enseñé en mis cursos de periodismo que el profesional de la comunicación debe aprender a hablar cotidianamente como si estuviera saliendo al aire frente al micrófono. Por lo tanto el título de este comentario se ha constituído en una excepción a esa regla porque es la síntesis de una historia realque pasó hace tiempo.
El personaje principal era un individuo muy pintoresco que gustaba mucho de la política y de sus avatares, como así también que dependía bastante del alcohol y de sus consecuencias. Se llamaba Lucas, murió hace poco y su figura enjuta se paseaba habitualmente por la calle Florida, mostrando a diestra y siniestra un tupido bigote tipo cola de caballo. Altamente politizado concurría a todo tipo de reunión, peña o cenáculo, en donde los rumores y comidillas eran la esencia de la acción cotidiana. Por lo tanto la principal sede social de sus actividades era una confitería céntrica a la cual concurrían amigos, curiosos, e incluso algunos miembros de servicios de informaciones disfrazados de amigos y curiosos. Es que esa confitería era una de las tantas usinas de rumores que funcionaba en una ciudad que tenía mala información. Sería a fines de la década del ‘60 cuando una nueva y larvada crisis militar agitaba los cenáculos. Lucas, ya con unas cuantas copas encima, empezó a hacer agudos comentarios en voz alta que terminaron molestando a un desinformado oficial de policía vestido de civil. Cuando Lucas terminó su análisis con un estentóreo “Este es un país de joda”, el oficial de policía se lo llevo preso. En la comisaría, después de sacarle los elementos que llevaba en sus bolsillos lo pasaron, desconsideradamente, al calabozo en espera de decisiones. En tanto en la oficina de guardia un auxiliar examinaba displicentemente la agenda del detenido, cuando vio con asombro y preocupación que en ella aparecían los nombres de hombres públicos que ocupaban cargos ministeriales algunos, y de nivel de secretarios de estado, otros. Su alarma llegó al tope cuando descubrió que ahí también figuraba el nombre del jefe de Policía con sus teléfonos personales. Rápidamente comunicó la novedad al Comisario quien, preocupado, llamó al secretario privado del jefe de Policía, preguntándole como al pasar si conocía a Lucas. La contestación fue terminante, Lucas era íntimo amigo del jefe y por lo tanto de ninguna manera debía ser molestado por nadie de la repartición. Inmediatamente nuestro anti-héroe fue conducido al despacho del Comisario quien amablemente y con toda cortesía le hizo servir un café lo convidó con cigarrillos, y le hizo unos chistes amigables para atemperar la situación. Más aún, le puso a disposición un vehículo, no identificable, para que lo llevara cómodamente hasta su casa y pasara por alto los agravios recibidos. Lucas, un poco sorprendido por el cambio de situación salió de la comisaría, y al encontrarse en la puerta con el oficial que lo había detenido, y que en ese momento ya se había puesto el uniforme, le dijo socarronamente mientras le acariciaba la charretera: “No te dije, pibe, que éste es un país de joda.
La historia verídica de Lucas tiene varias lecturas. ¿Cuál de las interpretaciones aplicaría el lector frente a la cantidad de contradicciones que se dan en muchos sectores de nuestra sociedad que tienen por sus funciones responsabilidades mayores que la de otros? El ejemplo de Lucas adquiere relevancia frente a mensajes no coherentes de estados que no gobiernan y de gobiernos en mal estado. Recuerdo que hace unos años estaba en Francia cuando en ese país se resolvió, frente a la gravedad de la epidemia del HIV / SIDA, crear una comisión ejecutiva sobre el tema. Su titular, en declaraciones que hizo a la prensa manifestó que la lucha contra esa enfermedad era de difícil cumplimiento si no se luchaba simultáneamente contra otras adicciones como el tabaco, el alcoholismo y la droga; él señaló que quienes se inician en la droga, cualquiera sea su edad, habitualmente ya vienen del alcohol y del tabaco.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 218, del 3 de julio de 1991 |