Alguna vez alguien me preguntó ¿por qué un abogado había realizado cursos de bombero voluntario y de primeros auxilios? Mi respuesta fue: porque uno aprende que una de las tareas de la solidaridad es evitar el pánico ajeno.
Considero que la responsabilidad de quienes dirigen los distintos sectores de una sociedad, es evitar el pánico, dando seguridad en la conducción y en las conductas.
Toda desorientación en los equipos de socorro político-económico fomenta indirectamente la pérdida de confianza y fe en quienes aceptaron una dirigencia determinada.
El pánico es una forma de anarquía, en la cual, los individuos actúan con su escala de valores alterada, por situaciones no previstas adecuadamente. El egoísmo ciego reemplaza a una solidaridad inteligente

¿YO?... ARGENTINO
Publicado el 14 de febrero de 1990, DV nº140
Somos muchos los que competimos pensando y escribiendo sobre las causas de la demora de la Argentina en su despegue como país. Desde verdaderos tratados enjundiosos, en donde se hacen serios análisis filosóficos y políticos de nuestro anacronismo, hasta artículos de barricada de gran impacto emocional.
¿De dónde surge esa política del no te metas?, que finalmente se sintetiza en aquel viejo dicho de ¿yo?... argentino. Un rastreo de esa frase me permite encontrarla como antecedente en la Primera Guerra Mundial, cuando la Argentina se mantiene neutral y, por ende sus ciudadanos que estaban en la Europa ensangrentada, aclaraban su no beligerancia, y por lo tanto su no compromiso con el reiterado ¿yo?... argentino. En la Segunda Guerra Mundial se repitió idéntico concepto de prescindencia que afirmó la idea de aislamiento de los conflictos del mundo.
No es nuestro deseo efectuar una crítica a la política de neutralidad internacional, ese tema corresponde a otro tipo de análisis. Pero sí debemos señalar que la derivación enfermiza del ¿yo?... argentino al no te metas y finalmente el me ne frego ha significado una pérdida de valores sobre responsabilidad social que terminó perturbando nuestra relación interna entre ciudadanos.
Las personas ya maduras han tenido oportunidad de conocer una característica del habitante de los años 40 que se definía con el sentido de la gauchada criolla, es decir la generosidad de espíritu que estaba presta a servir y ser útil a los demás. Con el tiempo y con una decadencia ética preocupante esa gauchada fue sustituída por la viveza criolla, y ahí es donde hemos perdido todos.
Un personaje de caricatura como Avivato se fue convirtiendo a través de sus aventuras, en un mal ejemplo cotidiano, en que sus vivezas le permitían ventajear a sus congéneres. Ese antihéroe se fue posesionando subconcientemente de muchos espíritus que no tuvieron ejemplos positivos opcionales.
Debemos reemplazar el ¿yo?... argentino por un tipo de afirmación que implique un compromiso de solidaridad ciudadana, cuya ética esté fundada en la equidad, la justicia, la libertad y el amor al trabajo esforzado e inteligente. Solamente así lograremos una transformación social adecuada, para que nuestros hijos puedan afirmar en el futuro un soy argentinocon fundamento realista suficiente, en el que el orgullo equilibrado tape cualquier asomo de fanfarronería o fatuidad absurda.
Las expectativas futuras de nuestra sociedad dependen en gran parte del desarrollo personal de cada uno de sus integrantes. El avance en un mejor desarrollo humano, está condicionado por la búsqueda de un nivel de responsabilidad intelectual y de un accionar pleno y permanente
El día que tomemos conciencia, que los habitantes de la Argentina somos socios de un quehacer común, las cosas serán más fáciles y tendrán una lógica entendible y envidiable.

Carlos Besanson