Con antagonismos violentos no se logra la unidad en la diversidad. Tampoco con leyes redactadas de manera intimidatoria, se logra establecer la seguridad y la justicia. La eficiencia judicial, su rapidez y claridad en los fallos, ayudaría en mucho al restablecimiento auténtico de los derechos ciudadanos, afectados por una inercia generalizada de todos los poderes gubernamentales.
En la carrera política, cuando el currículum se arma con complicidades, ocultas o manifiestas, se va logrando asociaciones, a través de transacciones, que comprometen el presente y el futuro de todo tipo de designaciones que se adjudiquen, a quienes aceptan traicionar solapadamente a los demás conciudadanos.
Cuando el poder se respalda en saber en dónde tiene cosquillas cada uno, para ver sectores forzadamente sonrientes, pero no felices ni seguros, se logra una ficción que entretiene pero no soluciona los problemas. Es como si se diera un placebo, para lograr psicológicamente una mejoría aparente, pero que no atiende el mal en su verdadera dimensión.
Diferir la puesta en marcha de los mecanismos adecuados para superar el actual colapso político-económico, es como pensar que la terapia intensiva hace que el enfermo se sienta feliz. Generalmente neutralizar los dolores no cura, sino que disminuye el sufrimiento. En este caso tenemos una sociedad maltratada, que es falazmente entretenida, mediante discursos que ya no son ni siquiera académicos.
Así como siempre decimos que el horizonte se va desplazando a medida que uno camina, también corresponde recordar que cuando uno está quieto el tiempo huye…
El quedantismo de la inoperancia, sólo beneficia a quienes especulan con la pérdida del valor de los bienes ajenos. Por lo tanto el fracaso en el manejo de los tiempos perjudica a todos los ciudadanos honestos que sufren de la ausencia de seguridad, de opciones laborales, de decadencia en las infraestructuras, de la falta de asistencia sanitaria eficaz, de la imprevisión hacia los ancianos, y de la pérdida de referentes que llenen de orgullo a los jóvenes.
Un país tan grande como el nuestro ha perdido solidez en todos los niveles. Por ello, cada uno de nosotros debe mejorar en su eficiencia cotidiana, para impedir que los malos llenen el vacío de los buenos.
Ser honesto no es ser tonto, y menos permitir que se interprete el respeto a la ley como un acto de cobardía frente a lo que algunos denominan fuerza pública. Para que la fuerza no se convierta en un acto de prepotencia siempre debe estar respaldada por una verdadera justicia. Aquellos que tienen, por delegación, el ejercicio de ciertas potestades, tienen la enorme responsabilidad de respetar la soberanía de cada ciudadano, cuyos derechos engendran, como contrapartida, un conjunto de obligaciones coherentes con la Constitución Nacional.
Administrar la cosa pública no es apropiarse de los bienes de los demás. Los romanos explicaban en sus teorías del derecho que las cosas comunes no son las cosas de nadie, sino la de todos nosotros. Ya es hora que nos empiecen a reintegrar las cosas de todos que nos han sacado, entre ellas el tiempo perdido, que con sabiduría podríamos recuperar honestamente.

Carlos Besanson
Publicado en Diario del Viajero Nº 802 del setiembre 11 de 1991