En ocasiones se observan situaciones como si se estuviera detrás de una ventanilla de un tren en marcha, y quienes están en el andén, conforman un muestrario del mundo que quedó en la estación. Muchas veces desearíamos estar en movimiento y otras estar plantados y mirar a los que se desplazan. En esta oportunidad repasaremos en pequeñas reflexiones diferentes escenarios desde el vidrio que separa.
Según los especialistas el stress es la distancia que hay entre la expectativa y la realidad. Cuando esa diferencia no se puede zanjar y el individuo no tiene la posibilidad de protegerse por falta de adecuados recaudos o porque los agotó previamente, es cuando se da la situación que el amigo del barrio diría: Flaco se te acabaron los paragolpes!
Dicho así parecería sencillo y hasta anecdótico pero todos sabemos que es el mal del momento, y no de generación espontánea, sino que es un proceso que lleva su tiempo anidar.
Deberíamos recordar -cuántas veces sea necesario- que la fragilidad del ser humano no tendría que descansar en una excesiva confianza que lo vuelva ligero en sus apreciaciones, ni que fuera portador de una desmesurada desconfianza que haga insufrible su cotidiana vida.
A veces es difícil despejar la sensación, que hace pensar que el peso del esfuerzo de sacar las cosas adelante o cambiar las circunstancias, recae en un solo sector de la sociedad. Y esas apreciaciones surgen cuando los mecanismos de la misma -que deberían saltar o ajustar como modernos switchs- no funcionan.
Las cartas de lectores o llamadas a los medios por parte de los receptores son genuinos latidos de la comunidad. No siempre llegan quejas a los medios periodísticos, en un importante porcentaje son asombrados y conmovidos testimonios de gente que agradece que la hayan atendido bien en una oficina pública, en un hospital o que un honrado habitante de estas tierras haya devuelto lo que por azar encontró y no le correspondía. Cuando lo normal es lo anormal.
La palabra amparo tiene una fuerza abrazadora, claro, según como se la use. ¿Bajo el amparo de quién o quiénes están los ineficientes, los que viven a costa de un Estado que absorbió tanta inoperancia que tiene ya inertes sus músculos?
¿Por qué el esfuerzo de la asistencia no se convierte en una asistencia perfecta a un ámbito de estudio o trabajo bien organizado, que le traería a la persona necesitada y a su entorno una mejor calidad y oportunidad de vida?
Tal vez ya no se recuerde el significado de la palabra cosechar, porque no se aprendió primero la que expresa sembrar.
En muchos casos la jornada laboral no es para nada productiva porque sólo lleva en sí misma estirar los tiempos, con el arraigado concepto de otro hará la tarea o lo más significativo ¿quién me controla?
El ejemplo es uno de los mejores métodos de enseñanza, pero hay cualidades que aun ejercidas infinidad de veces no pueden ser imitadas. Porque necesitan de un proceso interno que debe ser aceptado por quien debe ejercerla. Además requieren de un poderoso estímulo que es el respeto hacia los demás.
Un andén o una escalera con mucha circulación, puede ser la imagen para esos diferentes estamentos de la realidad que se observan. Los escalones forman parte de ese todo que permitirá siempre subir o bajar, según elijamos.

Elizabeth Tuma
Publicado en el Diario del Viajero n° 935, del 30 de marzo de 2005