Los cambios tecnológicos nos llevan a aggiornarnos permanentemente. Es en el archivo de material periodístico en donde uno tarda en verificar ¿qué artículo merece ser guardado y cuál no? ¿qué notas y artículos conviene digitalizarlos para un fácil acceso, y de cuáles olvidarse?
Como la toma de decisión en esos casos es muy personal la tarea se hace en tiempos muertos. Fue así que casualmente descubrí en la edición nº XV de la Revista de la Cámara de Exportadores de la República Argentina un reportaje que se me hiciera cuarenta años atrás.
En ese entonces yo era un experto en comercio exterior, como parte de mi labor de abogado y consultor de empresas. Pese a mi juventud tenía años de experiencia acumulada sobre el tema, y trataba de transmitir la misma a mis clientes.
Lamentablemente la formación empresaria de muchos directivos y ejecutivos no es completa. Querer vender no es saber vender, y aunque se sepa teóricamente vender se olvidan de un aspecto importante como ¿qué es lo que necesita realmente quién va a comprar, por más que aún no lo sepa en forma precisa?
No se puede exportar lo que sobra, sino aquello que sepamos producir eficientemente y podamos entregar a un justo precio para todas las partes intervinientes.
No es dejando de pagar a nuestros proveedores de insumos y servicios que se bajan costos de las mercaderías. Los costos se bajan cuando se maneja racionalmente la producción y la prestación de servicios vinculados al comercio exterior.
La ineficiencia no puede ser transmitida constantemente, sin que aparezca alguien que sea más competitivo que nosotros.
El valor agregado a toda materia prima
o semi elaborada es lo que permite un mejor ingreso per cápita. Incluso con las mejoras que da el fraccionamiento y envasado del producto final se incrementa la rentabilidad de los diferentes recursos adicionados a los originalmente empleados
Lo que conviene exportar es lo que nuestros hombres producen eficazmente. Eso nos traerá riqueza y un justo bienestar colectivo.
Un simple ejemplo permite entender este mensaje: los bombones suizos gozan de fama mundial, por su calidad y presentación.
Sin embargo Suiza no fabrica ni cacao, ni azúcar que son los elementos esenciales para su elaboración. Sabe combinar la materia prima importada y le agrega el envase y la marca que termina distinguiéndolos. Este caso es aplicable a infinidad de productos que se entrecruzan en el comercio mundial.
Por eso, cuando leo cuarenta años después de publicado en esa Revista, el reportaje que se me hiciera, me emociona releer un concepto premonitorio que formulara en esa entrevista: si no aprendemos a exportar productos nacionales, terminaremos exportando hombres…
Cada uno de mis artículos cumplen una función, como si fueran elementos integrantes de una hoja de ruta. Jamás he pretendido ser profeta. Mis diagnósticos siempre fueron advertencias claras para orientar a los desorientados y descubrir a los especuladores maliciosos que arruinan a los demás conciudadanos.
Todo desequilibrio social implica una inestabilidad político económica en la que se diluye una plena libertad ciudadana. La eficacia aplicada a la producción requiere también de honestidad.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 858, del 8 de octubre de 2003 |