Vive el doble leyendo lo que no vives. Reza una frase que hice mía desde la adolescencia. Sin recordar su autor, pienso que concentra un sabio consejo.
En el presente, entrelazado de información e intercambio de mensajes, la pantalla de la televisión y el cine recrean el concepto al que adherí y con el cual me ví favorecida en mis conocimientos.
La fuerza y la influencia de la imagen, impulsando ideas y pensamientos son innegables. Lo que es bueno aprender y recordar es que muchas historias por bellas que sean, no reflejan una auténtica realidad.
Por eso hay que distinguir las puestas en escena, de lo que es la vida en su devenir. Así nos pareció oportuno reflexionar sobre esto, con el tema que le actualizamos en la presente edición.
Elizabeth Tuma
Hace años tuve oportunidad de entrevistar a un director de cine que en ese momento se encontraba muy bien promocionado con motivo de una película que había conducido. Un largo reportaje me permitió tocar en forma amplísima muchos puntos vinculados al libro, del cual esa persona también era autor, y al contenido del mensaje, que para mi era sumamente ambiguo. El tema se refería al amor y los sentimientos humanos, y por lo tanto interesaba a casi todos los potenciales espectadores, cualquiera fuera su edad. Es que sobre el amor, o su ausencia, giran vivencias que reflejan la condición humana, su escala de valores y las motivaciones de ciertas acciones trascendentes.
Mis preguntas en ese reportaje terminaron desnudando la realidad. Ese director de cine no tenía claro, pese a su edad y su profesión de comunicador, ¿qué es el amor?, y la diferencia del mero apoderamiento circunstancial de un cuerpo a través del sexo. Creo que tampoco tenía claro la diferencia entre brindar ternura y el empleo utilitario de las personas; en dar un cariño que tranquilice y de seguridad, y en prestar a su pareja sólo un tiempo que entretenga sin llenar en plenitud. El amor para esa persona no era ya una búsqueda para compartir una vida, sino al parecer, un enigma carente de soluciones para individuos desorientados.
La tecnología moderna no puede sustituir las reglas morales básicas universalmente aceptadas por los pueblos tradicionales. Los usos y costumbres pueden cambiar constantemente por la evolución de las distintas civilizaciones, hasta el mismo concepto genérico del bien y del mal puede estar circunstancialmente cuestionado por alguna revolución social, pero el tiempo termina mostrando que lo esencial hace a la naturaleza humana en sus virtudes y defectos.
Dentro de los medios de comunicación, y el cine lo es, puede haber conductores o directores geniales en su técnica, innovadores y creativos en su mensaje, pero no todos asumen la responsabilidad de la confusión que puedan generar en los demás sus confusiones íntimas.
La docencia masiva que implica la forma de transmisión de noticias, comentarios y mensajes, puede transformarse en la perversión de los débiles en sus sentimientos, razonamientos y actitudes.
La vida no es una película más para cada uno de sus intérpretes, es nuestra única creación cotidiana de la cual somos responsables por estar plenamente involucrados en ella.
Carlos Besanson
Publicada en el Diario del Viajero n° 431, del 2 de agosto de 1995 |