Constantemente los sondeos de opinión van señalando las diferentes inquietudes y tendencias en el ciudadano. Es como si se estuvieran midiendo sus escalas de valores de acuerdo a los momentos y circunstancias, tanto sean personales o sociales.
Es así que conceptos como: salud, trabajo, educación, seguridad, justicia, deportes, espectáculos, ocio, llenan las planillas estadísticas, cambiando alternativamente los niveles de importancia según el espíritu de los encuestados.
Pero esos cambios en el ordenamiento circunstancial de prioridades, que marca la opinión pública, no implica que esos valores desaparezcan totalmente, en la necesidad y apetencia de cada uno de los componentes de la sociedad. Es decir que siguen vigentes constantemente, aunque no tengan la misma fuerza imperativa, original o momentánea. Simplemente, a veces se da como obvio lo que ya se tiene seguro, o también se acepta, resignadamente, la carencia o pérdida como algo definitivo e irrecuperable.
Si bien los ciudadanos, en general, saben qué es lo que quieren, no siempre están debidamente preparados para lograr o realizar el esfuerzo personal cotidiano, a fin que esos deseos lógicos tengan presencia.
Imaginemos algunos casos. La buena salud, por ejemplo; todos aspiramos a tenerla, pero ¿sabemos cuidarla? Porque no tenemos dudas de nuestro derecho a exigir que la sociedad toda, y sus gobernantes administradores, nos brinden apoyo y protección suficiente, pero éso no alcanza si no asumimos el rol responsable de los cuidados preventivos que hacen a nuestra forma de vida.
Cuando hablamos de educación pretendemos tener el derecho igualitario de acceso a la misma, pero el estudiar es un acto que implica un esfuerzo personal necesario para complementar el de enseñar.
Si seguimos desarrollando brevemente los demás puntos de interés por parte de la población, encontramos que uno de los condicionantes para optimizar resultados pasan, por la decisión y ejecución cotidiana de todos nosotros.
Tener trabajo implica preparación para el mismo, y responsabilidad en la tarea. La desocupación es siempre más alta en los sectores inexpertos que se han desactualizado con respecto a los cambios y necesidades del resto de la sociedad, que necesita integrar equipos humanos en trabajos cada vez más complejos en la búsqueda de la eficiencia. Es obligación del Estado, a través de su política económica-social ayudar a la generación de empleos, pero si los ciudadanos no se preparan adecuadamente, lo único que se tendrá son los denominados trabajos basura o funciones de ñoquis.
No hay seguridad suficiente si no hay justicia eficiente. Ninguna de ellas alcanzan, si no están complementadas por una ciudadanía exigente, pero responsable, en sus derechos y obligaciones.
Los mismos conceptos pueden mencionarse en lo que se refiere a los deportes, espectáculos, e incluso al ocio, que debe ser creativo a veces, pero siempre, el breve premio al trabajo y al esfuerzo.
Todas estas reflexiones están destinadas a una especie de autocrítica generalizada, que todos debemos ejecutar en lo personal. Las crisis sociales, económicas o políticas, tienen mayor magnitud cuando reflejan un alto promedio de faltas y fallas de los integrantes de una nación.
Las defensas bajas hacen que los niveles de sensibilidad propendan a agigantar los problemas, al no existir los anticuerpos suficientes para detener las enfermedades.
Estamos a casi setenta años de la tristemente célebre crisis del ’29. Los virus de entonces no son los mismos; tampoco los personajes. Pero lo que puede ser común es la debilidad de muchos para generar las defensas adecuadas, por defecto en la preparación y en el cuidado de sus existencias
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 594,
del 1° de septiembre de 1998 |
