REGION - La Pampa
Semanario REGION
Del 21 al 27 de Noviembre de 2014 - Año 24 - Nº 1.158
R.N.P.I. Nº 359581

  
Los inválidos de guerra


L
a sensibilidad frente al dolor intenso llega a veces a un punto tal que se pierde la noción del mismo, como una autodefensa que protege pero que también puede alterar funciones. Todos hemos conocido, por vivirlos de cerca o por observarlos a través de los relatos y de los medios de comunicación, los estragos de la guerra, sea ésta propia o ajena, próxima o lejana, actual o histórica.

Siempre las sociedades han tratado de atender a esos veteranos de guerra dándoles algunas franquicias o consideraciones especiales, que se incrementan en la medida que ese actor-sufriente ha quedado inválido y con pérdida de alguna de sus capacidades para desenvolverse.

Pero pensar únicamente en las armas  como mecanismo para destruir y anular hombres y bienes, es quedarnos en la mera exteriorización violenta de la agresión. En todas las guerras se despliegan simultáneamente dos líneas de acción: cómo vencer al enemigo ocasional  y cómo evitar daños mayores en el frente interno provocado por quienes confrontan. Quizás sea más fácil entenderlo si imaginamos las tácticas de un boxeador que busca golpear al rival y bloquear los golpes del contendiente.

Para los espíritus sensibles el escribir y leer este tipo de relatos molesta profundamente, pero no se puede ignorar una realidad constante hasta que la misma deje de existir como infamia cotidiana vigente, o como amenaza futura.

Pero lamentablemente hay otras formas de ir muriendo que no tienen la sangrienta espectacularidad de un disparo o de un bombazo, pero que finalmente como una bomba neutrónica psicológica deja los cuerpos pero mata las ideas.

Pienso que también son inválidos de una guerra no declarada quienes sufren de la desidia en el cuidado de aquellos derechos esenciales que hacen a la vida del ser humano como son la educación, la salud, la seguridad y la justicia. Cada persona que ve cercenadas sus aspiraciones sobre esos derechos, es una batalla que perdemos cotidianamente.

No podemos ocultar la enorme responsabilidad de cada individuo en la toma de decisiones erróneas que lo llevan a situaciones de debilidad social, pero tampoco debemos soslayar la responsabilidad colectiva de ejercer una docencia que preserve a los individuos, a través de buenos ejemplos, sin quitarles libertad.

La lucha por el desarrollo económico comienza en el potenciamiento intelectual de todos los ciudadanos. El crecimiento de una sociedad no se puede dar en forma sostenida si sus integrantes practican el sálvese quién pueda y cómo sea, como filosofía de sobrevida.

Cada niño que no se alimenta adecuadamente, que no se instruye intensamente, y que no vive en un ambiente ético adecuado es un futuro inválido de guerra, que no estará capacitado para trabajar en adelante en tareas de responsabilidad y bien remuneradas. Es un inocente condenado a la frustración, en parte por culpa de sus padres y en gran parte por la desidia de una sociedad plena de caciques pero carente de estadistas.

Para esos niños que aguardan, hagamos la paz justa cuanto antes, porque toda guerra es inhumana, y toda paz demorada es perversa.

Carlos Besanson

Publicado en el Diario del Viajero n° 450, del 13 de diciembre de 1995

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