A comienzos de la década del 1940 un matrimonio vivía en un ambiente rural, en el centro oeste del Territorio Nacional de La Pampa.
Gobernaba el Territorio Nacional el General de Brigada (RE) Miguel Duval (01/07/39 al 25/06/46), uno de los gobernadores que dejara gratos recuerdos por la obra realizada.
Aquel matrimonio vivía en un medio ambiente rodeado de huraños caldenes, bravos y ariscos chañares, flechillas, pasto puna y paja brava.
No había contaminaciones ambientales; eso que ahora requiere de defensas ecológicas.
Los vientos soplaban con intensidad y alternativamente desde distintos puntos cardinales. Silbaban y emitían sonidos musicales, como si leyeran partituras insertas en esos pentagramas de acero que conforman los alambrados.
Paralelamente iban arriando potros de arena y tapando los alambres, tranqueras, corrales, bañaderos de lanares, etc. Las polvaredas como dicen los castizos -o polvaderas como dice el criollo- se elevaban al cielo, para luego caer cubriéndolo todo como un descomunal sudario.
Como medio de transporte el matrimonio se movilizaba en un Chevrolet sedan, modelo 1939, color bordó o, en algún caso extremo, en un sulky, en especial cuando por la Segunda Guerra Mundial hubo un fuerte racionamiento en la provisión de nafta y prácticamente las cubiertas desaparecieron del mercado.
Pasaron varias décadas y un buen día llegó un hijo de aquel matrimonio. Regresaba a su niñez, a sus pagos. Lo hizo en compañía de su señora. Para ese entonces ambos eran padres de dos hijos (mujer y hombre) y abuelos de ocho nietos.
Habían pasado varias décadas y la nafta estaba a similar precio que en Europa, pero en dólares. El viaje desde la ciudad había resultado salado, porque la 4 x 4 era naftera y hacía cosquillas recorrer el monte en ella.
“Travuntué”, tal el nombre del establecimiento (en mapuche, “Lugar de Reunión” o “Reunión de Familia”), es casi todo monte pero con muy buenas picadas.
Allí descubrieron el viejo sulky, guardado como casi una reliquia y decidieron reactivarlo.
Pero no tenían caballo y los aperos estaban casi apolillados. Decidieron ponerlo en funcionamiento. El amigo Borraz les consiguió unos nuevos arneses y otro amigo, don Denunge, les puso en condiciones el carruaje. Faltaba el caballo y en la zona ya no quedaban.
Un amigo los anotició que en Tres Lomas (Provincia de Buenos Aires) había uno, de mucha confianza; porque los yeguarizos allí ya no se usaban dado que todo se había convertido en un “desierto verde” y ya nadie trabajaba con equinos.
Todo era soja. Ese “yuyito” verde al decir de la Presidente Cristina.
Por otra parte, el dueño del caballo imponía algunas condiciones. El animal no era macho, sino yegua, tenía un potrillo al pie, estaba nuevamente preñada de un padrillo raza “equina” y dos matungos viejos más, muy mansos, para chicos. El vendía el total, los cinco (5) ó no vendía nada. Sin duda el “anzuelo” era la del sulky, que era nuevona, mansa y buena.
Se habló del precio y el matrimonio aceptó todo. Indudablemente necesitaba la yegua.
Cerraron trato y se pagaba a “culata de camión”.
Pero ahí vino el problema.
En toda la zona no quedan “cargadores”. A la tropilla había que llevarla por arreo hasta Trenque Lauquen y recién ahí se podía cargar, en un camión, en la Sociedad Rural.
Para efectuar el arreo no había gente, habida cuenta que hacía muchos años que el gremio estaba desintegrado. No quedaban troperos matriculados.
Y de esa forma el negocio comenzó a demorarse. El vendedor vociferaba: Joraca se va.
Se va al ¡JORACA! , repetía el dueño y todos creyeron que era el nombre de la yegua “de tiro” y, fuera así o no, de esa forma la denominaron a partir de ese momento. JORACA tenía que ir al sulky.
Con la cuestión del “yuyito” o soja, en los campos se han desmantelado alambrados, corrales, mangas y “cargadores”. No hay lugar, en la vecindad, donde poder cargar caballos a un camión. Aún más, en muchas explotaciones ganaderas fueron arrasados por palas y topadoras y en algunos casos tirados en los canales que en algún momento se construyeron para encausar las aguas del Río V.
En este momento se está tratando de que el Gobernador, de la provincia, autorice a criollos de Toay, La Pampa, a traer montados y como “cargueros” a los animales en venta.
Caso contrario, el matrimonio no podrá reactivar el sulky, “Joraca” nunca hará la recorrida por “Travuntué” y los nietos jamás sabrán lo que es andar en un carruaje de dos ruedas.
Pedro Álvarez Bustos
ex Fiscal de Estado de La Pampa, abogado, escritor y productor agropecuario de tercera generación.
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