Muchas veces miramos para el
costado cuando tenemos el problema frente a nuestros ojos.
En otras oportunidades nos distraen para que desviemos
la vista y no focalicemos lo que realmente pasa.
En ambos casos no estamos concentrados
y la dispersión se produce fácilmente. Analizar el porque
es cosa que no nos debe encontrar distraídos. Por ello
el tema que sigue es paso a paso de absoluta reflexión.
Elizabeth Tuma
EL CIRCO Y LAS
MIGUITAS
Publicado el 26 de julio
de 2000 - DV nº 691
He oído decir, muchas veces,
que hemos malvendido las joyas de la abuela. Lo
dramático de esta malversación del dinero público, está
en que a través de un gigantesco endeudamiento, se
está vendiendo la ropa de la nieta. En
otras palabras, estamos dejando desnuda a la generación
que nos sigue.
El ser humano, en toda su historia
registrada, buscó el entretenimiento violento como una
falsa forma de evadirse de sus frustraciones. Esa fuga
hacia adelante existió siempre, como una resignada
manera de no ver los problemas propios que requieren
grandes esfuerzos para solucionarlos. El circo
romano es la síntesis de espectáculos sangrientos,
por ejemplo las luchas entre gladiadores y animales
salvajes, facilitaban la evasión, como una embriagante
droga visual que, luego de la suficiente descarga de
adrenalina, permitía una resignada marcha hacia sus
casas.
La tecnología moderna multiplicó
el Coliseo romano en un número casi infinito.
La televisión permitió que el circo alternara
casi simultáneamente con el teatro, y éste con
alucinantes presentaciones virtuales,
que en un permanente delivery, llevaron a domicilio
sueños y broncas ajenas, para obviar las propias.
Pero la fórmula del circo
tiene un segundo componente que es el pan,
elemento esencial en la comida hasta hace pocos
años; basta recordar que en la triste Primera Guerra
Mundial (1914-1918), en la denominada guerra
de trincheras, se consideraba que cada soldado francés
debía consumir dos kilos de pan por día. Ese pan
representa la alimentación básica que necesitaba una
población, en un tiempo y lugar determinado. Lo dramático
se da cuando, gracias a la distracción la gente
empieza, lentamente, a recibir miguitas, en una
transformación dietética y en una involución psicológica,
la tecnología en vez de ayudarla con su asistencia,
la aplasta en su existencia.
La ocupación se tiene que dar
a través de la productividad, y ésta mediante la educación
y la reinversión del ahorro nacional. El capital
es el recurso más escaso para aquel que lo derrocha.
El presentismo laboral es una condición
necesaria, pero no suficiente. La correcta educación
para el trabajo evita el consumo inútil y el desperdicio
de tiempo y dinero.
Si se participa inteligentemente
en la globalización, no perderemos necesariamente la
autonomía en la toma de decisiones. Todo proteccionismo
tiene que evitar que se devalúe la iniciativa y la búsqueda
de una auténtica productividad sustentada en la eficiencia.
El apoyo que se otorgue no debe disfrazar las inoperancias
y fracasos, porque se pierde de esta manera el perfeccionamiento
constante que obliga nuevas tecnologías y cambios continuos
en los consumidores
El concepto de valor agregado
que, sobre bases realistas, debe potenciar toda
producción, es lo que permite, y permitirá, elevar el
standard de vida de un país, y por lo tanto de
su población.
No se puede distribuir lo que no
se tiene, pero tampoco se debe ser injusto en la distribución
de lo que ya se tiene, porque en el primer caso
se está falseando la realidad, y en el segundo se está
actuando arbitrariamente, sin equidad. Una sociedad
falsa e injusta no potencia adecuadamente a sus integrantes.
Considerar que el acceso libre y masivo al circo
es un avance igualitario, es fomentar engañosamente
la inmadurez.
Recuerdo que hace muchos años
un galán maduro explicaba su éxito con las mujeres.
Decía a los periodistas que para seducirlas les hacía
ver que ellas eran distintas, y que una vez
que se lo creían, las trataba igual que a las demás.
¿Cuántos políticos emplean idénticos métodos de seducción
a un electorado crédulo? No nos molesta aprovechar
adecuadamente las miguitas si vienen acompañadas
del pan que merecemos.
Carlos Besanson
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