«porque si entre ellos pelean, los devoran
los de ajuera» (Martín Fierro)
El primer mes del año 1833 los ingleses dieron el zarpazo y se apoderaron de las Islas Malvinas, violando la ley internacional.
La famosa Armada Invencible de España, aliada a la Francesa de Napoleón había caído mucho antes, frente al nuevo poderío naval inglés, en la batalla de Trafalgar. A partir de allí los bucaneros, corsarios y piratas trabajaron para la reina de Inglaterra con total impunidad.
Por otro lado don Juan Manuel de Rosas, por esos días estaba alistando la expedición al desierto, rumbo al Colorado, para persuadir y obligar a los jefes indígenas de la Patagonia, sobre la necesidad de someterse al gobierno patrio y no prestarse al juego de los hermanos Pincheira de nacionalidad chilena.
Asimismo cuando el ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación presentó en Londres, el reclamo formal sobre la violenta usurpación de Las Malvinas, se entera por boca de su colega mexicano, que en Europa se estaba gestando un movimiento para instalar en Hispanoamérica a infantes españoles.
Aparentemente entre el grupo que negociaba con Fernando VII se encontraba entre otros don Bernardino Rivadavia, quienes habían diseñado una nueva nación sobre la base de la Confederación Argentina, Chile, Bolivia y el estado oriental del Uruguay.
Ahora, mientras el gobierno nacional y la dirigencia oficialista y de la oposición se enfrascan en las tareas preliminares del proceso electoral, enfrentándose con criticas desgastantes para la autoridad, en Europa se está votando una Constitución de la Comunidad que reivindica la soberanía malvinense para sí, por ser -según ellos, colonia de Inglaterra, uno de los socios.
Con esto los Ingleses estarían legitimando lo que tiene ilegitimidad de origen y terminando para siempre la disputa sobre la soberanía de Malvinas, lo cual significa que los derechos de pesca y la explotación de hidrocarburos, entre otras cuestiones fundamentales, en el futuro serían otorgados exclusivamente por Inglaterra, obteniendo ingresos adicionales para continuar manteniendo los gastos de una Corte venida a menos.
Lo único que nos puede salvar es que los pueblos de esas naciones europeas terminen rechazando la Constitución Europea por otros motivos. Roguemos que así sea.
Colaboración especial para REGION® de Luis Ernesto Roldán
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