Diario del Viajero n° 570, del 1º de abril de 1998
La traición siempre ha sido considerada como una grave falta a la ética y al honor de las personas, es el ataque alevoso en tiempos de paz, el engaño insospechado, la difusión de secretos por parte de quien los debía custodiar, la falsía de una amistad carente de integridad. La traición de un amigo es muy dolorosa para el que la sufre. En ese momento, un verdadero terremoto anímico sacude al sufriente: ¿por qué me pasó? ¿en qué me equivoqué? ¿me lo merecía?
Esta introducción, aplicable a muchas situaciones personales, surge de un relato verídico que me contó una persona cuando se reunió con un viejo condiscípulo al visitarlo en un hospital, internado por un cáncer pulmonar. En ese momento y como emocionante despedida el enfermo le advirtió: ¡el cigarrillo es un amigo traidor!
Quienes hemos estudiado la iniciación en el tabaco de mucha gente sabemos que un falso concepto que juega casi siempre es la sensación de estar acompañado. En la época insegura de la adolescencia, el cigarrillo actúa como diferenciador entre etapas de edades; se considera así que el fumador joven es más grande que el joven que no lo practica. Asimismo, el fumar a escondidas le da la sensación a quien lo hace de ser hábil en violar ciertas normas y hábitos que no entiende, y que por lo tanto no comparte.
El cigarrillo disimula otras inseguridades. El tiempo que lleva pensar lentamente se rellena entre bocanadas de humo. La falta de dominio en el manejo de las manos y de los ademanes, queda aparentemente encubierto con un cigarrillo entre los dedos y con todo el show habitual que se hace en la ceremonia del encendido. La sensación de que las ansiedades personales no se visualizan tanto, es otro factor de consumo del cigarrillo.
Cuando el individuo crece interiormente y descubre que su velocidad mental no depende de la cantidad de humo que lo envuelve; que los motivos de sus ansiedades no se modifican con un incremento del consumo; que ya no necesita aparentar más edad, ése es el momento en que descubre que contrajo una adicción en la cual perdió parte de su libertad y de su vida La clásica manifestación del adicto que dice que puede dejar de fumar en cualquier momento es una forma de autoengaño que no convence a quienes lo rodean. Quizás en esto se debería tener en cuenta esa gran experiencia humana que es la de Alcohólicos Anónimos, que un día logran la abstinencia a través del reconocimiento del error de un hábito adquirido cuyo ejercicio degrada.
Estando en el exterior con colegas me llamó la atención que uno de ellos viajaba en una compañía aérea que tenía escalas no convenientes para él, y con un costo adicional en el pasaje, simplemente porque no podía soportar las ocho horas de vuelo sin fumar, atento a la prohibición de la mayoría de las aerolíneas internacionales. Esa humo-dependencia lo condicionaba en forma tal que se convertía en un factor prioritario en sus tomas de decisiones.
En un mundo rodeado de slogans, en el cual la publicidad puede generar mensajes subliminales sobre la compañía del tabaco, la soledad de quien sufre el tabaquismo es día a día más lastimosa, en la medida que el efecto acumulativo empieza a evidenciarse en su salud y en su vida de relación. Poco a poco se siente excluido y al mismo tiempo se autoexcluye, prefiriendo la compañía cómplice de otros adictos para no evidenciar aún más la pérdida de una capacidad de cambio.
Con la experiencia acumulada de años de observación debería agregarse al envase de cigarrillos no sólo la indicación de que el fumar daña la salud, sino que el tabaco es un amigo traidor.
Cortinas de Humo
Diario del Viajero n° 654, del 10 de noviembre de 1999
Hace mucho tiempo, en los comienzos de esta empresa periodística, tomamos una decisión: prohibir al personal fumar en los recintos. Pero consideramos que era injusto que los clientes y colegas tuvieran una franquicia para poder hacerlo en nuestro lugar de trabajo. Por ello extendimos la prohibición a todos, incluso parientes y amigos. Al principio pensamos que nos íbamos a quedar sin clientes, o sin amigos, porque la protesta de algunos de ellos era muy seria. Sin embargo, nos mantuvimos en esa política, y creo que perdimos uno o dos clientes solamente, pero ganamos un clima interior mucho más sano, que finalmente fue reconocido por todos. Ese planteo, realmente pionero en el país, con el tiempo se fue generalizando.
En un importante diario leímos una carta del presidente de la empresa tabacalera Nobleza Piccardo S.A. en la cual hace una defensa de su actividad, y de la concepción publicitaria, que según ellos desarrollan. En un tramo de su alegato menciona: numerosas encuestas alrededor del mundo demuestran que el público consumidor tiene un conocimiento considerablemente elevado de los riesgos de fumar.
Si el tema no fuera tan dramático, esos conceptos semejan a una boutade francesa, o en un mero juego de palabras; porque lo que no existe, en el fumador que se inicia, es el conocimiento considerablemente elevado, del elevado riesgo de fumar. Por lo tanto la carta, que busca ser exculpatoria, no justifica el daño social que produce la adicción al cigarrillo.
Las tabacaleras han perdido largos pleitos ante los tribunales americanos. Los fallos que les han sido adversos, y las importantes indemnizaciones reconocidas por los daños sufridos por los usuarios de todas las marcas, no pueden ya resucitar a los muertos Por favor, guarden silencio en su homenaje.
Carlos Besanson |