Consideradas las reinas de las flores, su cultivo se está popularizando en la Argentina. Las exposiciones reciben cada vez más público y tanto viveristas como aficionados están empeñados en desmentir que estas plantas sean aptas sólo para jardineros obsesivos.
Las orquídeas son hijas de la sequía, hermanas de la brutalidad, la intemperie y los extremos. Se solazan en el calor, la humedad o el frío punzante, y como ninguna otra especie vegetal han llegado a extremos de especialización con un único fin: Obtener el raro éxito de la supervivencia. Son la familia más grande del reino vegetal y una de las pocas que aceptan la manipulación genética.
«Matar una orquídea es imposible -dice Gustavo Ogata, del vivero Ogata, en San Miguel-, pero más difícil es hacerla florecer. Como tarda, a la gente suele darle ansiedad, y la riegan mucho, o no le dan sol para que no se le arruinen las hojas; entonces, no florecen. Pero con unos pocos datos, la gente las puede cultivar como cualquier otra flor».
La planta, que es macho y hembra a la vez, necesita de un insecto para la polinización. Cada especie ha aprendido a atraer un insecto distinto. La mariposa nocturna que poliniza la orquídea de nombre Angraecum es atraída por el aroma y la ausencia absoluta de color, la palidez lunar, mortuoria, de esta flor perfecta. Esa misma mariposa jamás se acercaría a la boca de una Masdevallia o a los labios irisados de una Laelia tenebrosa.
Cuando uno planta de la semilla, hasta que florece, tarda entre 5 y 7 años. Tienen una enorme capacidad de soportar al ser humano, porque las regamos de más, les hacemos de todo y siempre te dan una oportunidad para que las salves. |
«La orquídea es muy rústica Vive agarrada a los árboles -dice Octavio Ortiz, de «Agave Orquídeas», en Zárate-, se inunda, está acostumbrada a secarse, a que se les suban bichos. Parte del gran éxito adaptativo de las orquídeas es su asociación con un insecto. Cada especie está asociada a un insecto, y el diseño, el color, todo está elaborado para atraer una única clase de insecto».
Violeta y Roberto Hosokawa de la Asociación de Cultivadores de Orquídeas Japoneses, dicen: «Cuando uno planta de la semilla, hasta que florece, tarda entre 5 y 7 años. Con la clonación, en tres o cuatro años están dando flor. Además, tenemos una colección, y la verdad es que cuando se te muere alguna... la llorás. Tienen una enorme capacidad de soportar al ser humano, porque las regamos de más, les hacemos de todo y siempre te dan una oportunidad para que las salves».
Si casi todos los cultivadores tienen una colección privada de orquídeas, su trabajo consiste en venderlas. Pero los aficionados a las orquídeas, aquellos que las cultivan por simple gusto, son seres minuciosos, obsesivos, y no venderían una sola de sus plantas.
Fuente: www.orchidweb.com |