Durante la terrible Segunda Guerra Mundial, la aviación buscó no solamente objetivos militares en sus bombardeos, sino también la destrucción de plantas industriales, y cualquier otro elemento de producción y transporte que pudiera desabastecer a la fuerza enemiga
No importaba si esos objetivos estuvieran rodeados por viviendas de la población civil; los daños y muertes que se generaban en los no combatientes, también servían como acción psicológica para abatir al contrario. Poco a poco, en la medida en que las partes iban desarrollando mejores aviones y equipamiento, los bombardeos nocturnos fueron llenando de angustia a los habitantes de los países involucrados que recibían ese tipo de ataque.
Una de las medidas defensivas, de ese entonces, fue el oscurecer las ciudades y rutas para evitar que los aviones pudieran orientarse en la búsqueda de sus objetivos. Las casas y las calles se llenaron de oscuras sombras, y se vaciaron de gente. Los sótanos de los edificios fueron los albergues transitorios de individuos que no podían descansar en paz.
Las tinieblas ocupaban las ciudades, mientras los seres humanos se preocupaban por saber la razón de ser de esa tragedia que ellos vivían.
Hoy en día, con las nuevas tecnologías, el oscurecimiento de una ciudad no neutraliza el riesgo. Pero el oscurecimiento ciudadano, puede hacer que el que viene a atacarnos, sea el no visto.
La pérdida del sentido de la vista discapacita. El no tener visión de lo que pasa, impide apreciar adecuadamente las opciones viables. Todo lo que oscurezca el campo de observación, traba a quienes deben tomar decisiones inmediatas, o para el largo plazo.
En el teatro, y también en el cine, algunos directores acostumbran a explicar a los actores todas las características y detalles de las obras a representar. Otros en cambio aplican el criterio de buscar la improvisación de sus conducidos, en la medida que ellos sean suficientemente creativos en su labor, de modo tal, que la obra se va forjando y gestando en cada escena.
En política también puede haber directores de un tipo de escuela u otra, pero si el equipo interviniente no tiene condiciones adecuadas, el fracaso lleva al auditorio a silbar, en vez de aplaudir.
Desde aproximadamente 1920 hasta 1960, en muchas partes del mundo estuvieron de moda los llamados planes quinquenales, en los cuales se programaba detalladamente, el crecimiento y la inversión de un país con objetivos admirables, pero inalcanzables en la realidad, que se convertían en ensoñadoras promesas históricas, que de ninguna manera llenaban los vacíos de la realidad cotidiana, presente y futura. Hoy ya no se escriben los viejos planes quinquenales, pero se recitan engañosas promesas de solución a los problemas, como si ciertos dirigentes tuvieran la varita mágica para depurar los pozos ciegos que ellos llenan.
Considero que no es la varita mágica la que va a hacer el milagro, sino la capacidad de emplear las herramientas adecuadas con la habilidad y el tesón suficiente como para hacer las pequeñas transformaciones cotidianas que la sociedad requiere
Entiendo que no es la oscuridad de los que se ubican en los niveles superiores, o la de aquellos que actúan subterráneamente la que va a aportar la seguridad a una Nación. Sólo la claridad en los procedimientos, y en los comportamientos, va a producir los resultados satisfactorios que todos apetecemos.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 799, del 21 de agosto de 2002 |