La gente se muere de risa conmigo
¿saben ustedes la cantidad
de homicidios risueños
que tengo por día?
C.B
La vida está llena de momentos críticos, muchos de ellos inesperados en sus circunstancias o intensidad. Independientemente de la capacidad de reacción de cada uno de nosotros para protegernos o cuidar nuestro entorno, las tensiones nerviosas que se generan pueden distorsionar las rápidas tomas de decisiones.
Uno de los mecanismos operativos que siempre empleé en esas situaciones o circunstancias, fue decir rápidamente un chiste o una ironía. Esa pequeña broma permitía hacer cable a tierra de la preocupación o angustia propia del momento. Una sonrisa o una histérica carcajada distraían a los que estaban en la emergencia evitando perjudiciales estallidos de pánico.
A medida que los años me fueron ubicando en experiencias de vida, los chistes breves me fortalecieron en mi dramático accionar en casos complejos, como abogado y periodista.
Una gimnasia cotidiana son mis chistes en los ascensores de los edificios. La gente me ve entrar a los mismos como una persona seria y grande de edad, en elevadores colmados y con trayectos largos e interrumpidos por el número de pasajeros en circulación. Frente al silencio y la cara de fastidio de casi todos, una advertencia a los que ingresan, como sólo para solteros o sólo para casados o sólo para los que buscan novias o novios sorprende y hace reír a todoslos partícipes.
Al descender del ascensor, por ejemplo en planta bajaofrezco a los demás prioridad de paso con la frase primero los más jóvenes. Sin embargo, además de festejar el gesto, muchos caballeros se niegan a pasar por la puerta antes que yo, lo que me obliga a aceptar ese planteo, para evitar pérdida de tiempo.
Esas pequeñas experiencias me llevaron a inventar un nuevo concepto para dejar pasar a los demás acompañantes del ascensor primero los que son inocentes. El desconcierto es tal que ya no saben qué hacer... y si alguien insiste en darme la prioridad, pongo cara de preocupado y le digo: me cuesta pensar que usted no lo sea.
También como redactor de textos periodísticos realistas, he aprendido a decir cosas importantes de forma digerible y no tan amarga. De esta manera no se convierte la atención de los lectores, o del público en radio y televisión, en una carga negativa que obstaculiza la recepción y el entendimiento de los mensajes esclarecedores.
Es que detrás de un chiste puede haber un mensaje válido, equivalente a la demostración por el absurdo.
Carlos Besanson |