Es común que los que comen del bolsillo de la Patria
la amen como a su vida, es decir, como a su pan.
Creen amar a su Patria, más lo que aman es su pan.
Juan Bautista Alberdi
La sociedad se divide en dos grandes grupos:
la de los que tienen más comida que apetito y
la de los que tienen más hambre que comida.
Nicolás Chambort
Pintarse las canas no significa descontar años vividos, aunque la apariencia de juventud prolongada permita estar visiblemente mejor. No debemos, ni podemos engañar ni engañarnos… Así sucede en muchas situaciones, con el desenvolvimiento de la vida.
Hay profesiones que requieren una gran vocación. Trabajos que son sólo para corazones fuertes, actividades que precisan de mucho temple por quienes las ejercitan y, se dice que para hacer política se tiene que tener piel de sapo.
Parecería que muchos cargos públicos son en virtud de las circunstancias políticas y no de la oportunidad que se le da a los méritos de cada persona para incrementar y mejorar el nivel de vida de la sociedad.
Escuchamos mesiánicos discursos de quienes creen haber sido elegidos para aplicar balanzas justicieras, cuando les es difícil demostrar la validez de sus acciones y la permanencia o continuidad de sus decisiones.
¿Por qué aún con títulos que convalidan la adquisición del poder, no se les cree, ni se piensa que su predicamento es auténtico?
Hace poco despedí una amiga. Internada en un hospital de Buenos Aires ella supo que además de los avatares de su vida y su diagnóstico, tenía un destino común con los demás enfermos allí hospitalizados. Esperó por más de tres semanas por una operación que no era de estética corporal, porque no había quirófano disponible. El sufrimiento no es apariencia.
Las tardecitas porteñas hace años adquirieron otro paisaje: los buceadores de basura para vender. Están allí con el cuerpo doblado, la mirada en un solo objetivo y tal vez, anticuerpos para sobrellevar el presente adverso. Grupos familiares, jóvenes y niños de ambos sexos, expuestos a la mugre y el olor. Chicos que deberían estar aprovechando clases o recreación, porque su niñez, como la de cualquiera, no se repetirá. Esta pobreza no es apariencia.
Infantes y adolescentes rehenes de tironeos políticos quedan a merced de no poder manejar su propio tiempo de preparación y educación. Sus derechos ¿son una apariencia?
Que no todo lo que brilla es oro, es una de las premisas que aprendemos frente a expectativas falseadas o engañosas promesas. Pero es importante recordar o tomar en cuenta, que el prestigio no es hereditario, es como el brillo que hay que lustrar todos los días, para lograrlo.
Que la sociedad deba atrincherarse para vivir más seguros y sin miedo, no debería ser la opción de un futuro previsible. Porque mirar hacia el costado cuando el problema está enfrente, me decía un profesor de periodismo, es desconocer, ignorar y no enfrentar la realidad. Hay muchos que deciden por muchos más y sus indiferentes visiones frente a estas problemáticas no son una apariencia.
Elizabeth Tuma |