La tecnología moderna ha permitido un gran desarrollo en la comunicación, aún no así en la formación. La cantidad de datos que se entrecruzan en forma instantánea, y simultánea de manera permanente, hace que se generen constantes contradicciones y ausencias de sentido.
En las sociedades que avanzan en espiral, la pérdida de confianza ambiental quita seguridad. No puede haber esperanzas firmes sobre aquellos que actúan ambiguamente para desconcertar, finalmente, a propios y extraños. Cuando se pierde la esperanza y la seguridad colectiva, el espíritu de sacrificio sin duda carece de justificativo, y el esfuerzo constante se diluye y deja de ser inteligente.
Las faltas éticas en el fondo implican faltas de solidaridad. Por lo tanto es falso que un buen político pueda ser simultáneamente generoso con el pueblo y tramposo con la hacienda pública. Aquella frase roba pero hace, que se le adjudicaba a un dirigente sudamericano, es una falacia argumental: el que roba hace mal.
No bastan ya las arengas dichas a todo volumen. Es conveniente que los gritos sean sustituidos por buenos ejemplos cotidianos, que constituyen la mejor docencia social que un pueblo puede pedir
Hay quienes creen que la explotación social de un pueblo se hace siempre a través de dictaduras complacientes. Sin embargo, la mentira y el engaño organizado son una dictadura que traba una justa convivencia ciudadana. Creer que la trampa y el fraude sólo se pueden dar en el recuento del acto electoral, es olvidarse que todo requiere de una conspiración previa que puede durar meses o años.
Cuando en criminología se estudia las características del delincuente, y en sociología el medio ambiente en que actúa, vemos que ambos casos se potencian recíprocamente en la medida que el medio sea propicio y la impunidad sea evidente ¿No pasará lo mismo con respecto a la delincuencia política?
La falta de respeto hacia el ciudadano es también una forma encubierta de dictadura. Si la Justicia está mal comprometida con otros poderes corruptos, se viola la igualdad frente a la ley, y por lo tanto se rompe el equilibrio de la sociedad, generándose privilegios solapados que de hecho niegan los preceptos constitucionales de un país.
Los juramentos que realizan ciertos integrantes de los tres poderes públicos no dan, en este momento, la certeza de un honestum vívere que sea indubitable. El concepto de chupasangre se ha institucionalizado en demasiados niveles. Parecería que la clase política se ha clonado con la de los vampiros, de manera tal que los hábitos nocturnos de éstos son poco visibles para quienes duermen confiadamente.
Los movimientos encubiertos de dineros malhabidos, sirven de premio circunstancial para aquellos que delinquen. Toda una estructura, con la rigidez de la burocracia y la prontitud de la electrónica, tapa las suciedades. Solamente aquellos que sienten la necesidad y la vocación de mani pulite, pueden desplazar a aquellos que se lavan las manos. En ese caso la sociedad empezaría a dejar de ser incrédula en los hechos, para comenzar a creer en los hombres.
Por naturaleza los vampiros, aunque sean muchos, no tienen larga vida, y sus bancos de sangre tendrán el destino que la sociedad requiere.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 729, del 18 de abril de 2001 |