El que rompa el silencio tendrá que hacerlo
con alguna palabra maravillosa.
Horacio Rega Molina
Los anhelos de vivir en el país buscado, donde los objetivos del ciudadano común se cumplan y los esfuerzos sean compensados, se amalgaman siempre detrás de quien o quienes creemos pueden alcanzarlos para beneficio de todos.
Cuando el devenir de generaciones demuestra que ese propósito se aleja, que el tiempo transcurre y que magullones y arrugas representan frustraciones en el espíritu social, es cuando el ánimo generalizado al manifestarse en situaciones que lo conmueven, da testimonio de genuinas opiniones y espontáneas demostraciones.
En las exequias del ex Presidente de la Nación Raúl Alfonsín, un reportero televisivo, entre miles de personas que presenciaban la ceremonia frente al Congreso, le preguntó a una joven señora que estaba allí con sus dos hijitos: ¿Por qué ha venido usted con niños tan pequeños? A lo que la mujer contestó: Porque quiero que participen de lo que considero es un acto cívico, y que sepan desde niños qué significa eso. En otras ocasiones no pude hacerlo por temor a desórdenes.
El testimonio es sencillo y contundente.
Las lágrimas de los muchos que lamentaron la pérdida de esta figura política, también asistieron porque parte de la vida cívica de más de una generación, al parecer, se desvanecía también.
Las dolidas expresiones del público que reconocían en Alfonsín no sólo su actuación como motor de la incipiente democracia que comenzaba a vivirse en 1983, dejaban en claro también lo que representa para una sociedad ser buena persona. Vengo a despedir a quien fue un buen padre, un buen abuelo…, un buen ciudadano, afirmaba también esa tarde un señor mayor frente al micrófono.
Nuestro Código Civil habla del concepto de buen padre de familia en varios artículos, representándolo en la figura de ser un buen administrador, justo y correcto y de considerar por sobre todas las cosas y situaciones el patrimonio familiar. Así se evalúa a un buen jefe de hogar. En el caso del Estado lo debería ser con los intereses nacionales y derechos y obligaciones de sus ciudadanos.
Acontecimientos como el vivido recientemente, en los que la sensibilidad comunitaria palpitó en las yemas de los dedos por lo que se escribió, en las palmas de las manos por lo que se aplaudió, en los párpados de los ojos que se humedecieron y en los latidos de los corazones que se aceleraron, prueban que el común denominador existe y debe primar por sobre las parcialidades mezquinas.
Una postura reflexiva nos recuerda que el sufragio, si bien contabiliza el deseo de mayorías avalatorias del ejercicio del poder, no genera fianzas con plazos indefinidos. Que los mandantes recuperan y aprenden sobre la delegación del manejo de la cosa pública -la de todos- y la brújula del sentido común funciona y se observa cuando los polos no se hacen tan visibles y que la voz del pueblo soberano puede escucharse cuando se sabe expresar
O desde otro punto de vista, deberíamos tener en cuenta lo que dijo Lou Erickson, Seremos mejores ciudadanos cuando las votaciones en las cámaras legislativas susciten en nosotros tanto interés como los partidos de fútbol.
Elizabeth Tuma |