La sociedad se encuentra convulsionada por el crecimiento de actos delictivos, en los cuales participan menores de 16 años, desorientados y descuidados por sus mayores
Esta situación que puede sorprender a algunos fue preanunciada por nosotros hace muchos años. Los sistemas permisivos cuando el joven adolescente entra en la edad del discernimiento, no ayudan a una correcta equidad social.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero nº 281, del 16 de setiembre 1992
Constantemente recibimos información sobre las dificultades de los jóvenes para su integración en la sociedad. Estudios enjundiosos, noticias superficiales, seminarios y hasta congresos, convocan constantemente en la búsqueda de soluciones a los padres, psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras, sociólogos y políticos.
Considero, y muchos lectores quizás estén de acuerdo conmigo, que es encomiable ese esfuerzo. ¿Pero es suficiente y está bien orientado? ¿No estamos trabajando exclusivamente sobre las consecuencias y no sobre los orígenes de los problemas? ¿Y acaso los orígenes no están más en los adultos que en los menores?
Una investigación destinada a determinar cuáles eran las razones que llevaban, a que un porcentaje mayoritario de jóvenes no continuaran con las carreras, ocupaciones y actividades de sus padres, con un valor agregado de una mejor preparación en estudios y experiencias. El resultado de ese trabajo no favoreció a los padres. Los progenitores no habían logrado transferir el amor a las tareas retributivas que cotidianamente realizaban, sencillamente porque no las vivían con la auténtica vocación de un creyente en la dignidad de su trabajo. ¿Cuál
es el mensaje de un padre médico a su hijo adolescente, cada vez que despotrica porque sus pacientes le interrumpen el sueño, o no le aportan una buena ganancia? ¿Qué sentido de justicia transmite un abogado a su familia cuando funda exclusivamente sus fracasos jurídicos en la desorganización judicial y en la pérdida de ecuanimidad de los jueces? ¿Qué espíritu de iniciativa puede dar un comerciante o un industrial que han trabajado exclusivamente en almacenar mercaderías porque sólo la inflación da ganancias? ¿Qué orgullo demuestra el trabajador en su especialidad como para orientar a sus hijos en el estudio de nuevas técnicas?
¿Han entendido la mayoría de los padres que son los líderes potenciales y necesarios de sus hijos? Lamentablemente hay quienes en vez de transferir conocimientos y orientaciones positivas, están induciendo, sin quererlo, frustraciones y resentimientos. Todos sabemos que un maestro fracasado y amargado no atrae discípulos. ¿Hay dudas que los padres son los maestros naturales y legales de sus hijos?
La docencia de los padres es cotidiana, y si en ella no ponen suficiente alegría de vivir se quedan rápidamente sin esos alumnos cautivos que son sus hijos. Los adultos deben tener algo de auténticos caudillos porque nadie sigue al triste. A veces se discute con razón la escala de valores de los jóvenes, ignorando que no se les ha dado oportunidad de vivir en otra distinta. Porque una cosa es hablar de ética y moral, y otra es vivir conforme a la ética y a la moral.
El buen ejemplo es la gran prueba de la vigencia y validez de ciertas normas de conducta. Todo lo demás puede tener la misma diferencia de apreciación que existe entre el ruido y la melodía. La tan mentada problemática del joven debe relacionarse adecuadamente con la problemática del adulto derrotado. Porque es un fracaso no transmitir adecuadamente el amor al estudio y al trabajo, al prójimo y a la sociedad, a las cosas y a la Tierra, al presente y al pasado. Sin ese amor, los hijos tienen un futuro difícil, provocado en parte por la falta de heroísmo cotidiano para vivir con dignidad y honor.
C.B |