Quienes hablan de la democracia como el mejor sistema de instrumentación política posible de la res pública, no deben silenciar el hecho de que la misma está fundada en dos conceptos esenciales que son la libertad de opinión y la libertad de expresión. Por lo tanto todo aquello que dificulte, trabe y reste funcionamiento a esa libre expresión de pensamiento de los ciudadanos afecta a la base de sustentación de la democracia.
Para aquellos que puedan alegar aún que la libertad de prensa está reservada a las grandes empresas periodísticas, corresponde hacerles presente que las nuevas tecnologías aplicadas permiten que, para el bien de la República, existan infinidad de pequeños y medianos editores que atienden distintos públicos, desde barrios hasta municipios, desde instituciones culturales, políticas o religiosas hasta diferentes especialidades o actividades. Esa nueva tecnología sumamente económica facilita la comunicación sectorial o global, y por lo tanto el libre ejercicio de la expresión democrática. Porque la democracia no se asienta en hablar exclusivamente de política partidista, sino en opinar dentro de los distintos grupos de intereses.
Se cierran diarios cada vez que la Constitución Nacional es cercenada en su aplicación, aunque sea parcialmente. Cada vez que se la restituye en su plenitud surgen nuevos diarios. Esta relación de causa y efecto debe ser tenida siempre presente porque muchas veces ocurre a la inversa: es decir, se cercenan los órganos de prensa para después trabar el ejercicio de la ciudadanía.
Es por ello que existe una gran sensibilidad, y por qué no alergia, a todo aquello que implícitamente o explícitamente dificulta el derecho a la información.
Es falso el fundamento de aquellos que pretenden apoderarse del espacio del editor, mediante el mal llamado derecho de réplica, como una forma de libertad de expresión. Los legisladores no se han enterado aún que cualquiera puede imprimir a un mínimo costo un pequeño periódico, un afiche o un volante firmado por el responsable. Nadie de hecho se queda sin la posibilidad de decir a los demás lo que piensa. Más aún los diarios muestran una tendencia acentuada a facilitar sus columnas a los lectores que en sus cartas discrepan con los distintos factores o sectores de poder.
Sólo la libertad de prensa irrestricta amparada por la Constitución Nacional nos impedirá cualquier moderno vasallaje y nos permitirá el pleno ejercicio de la ciudadanía, que no puede ser regulado casuísticamente, porque así lo estatuye nuestra Carta Magna. Pretender que seamos vasallos de un monarca indefinido e intemporal escondido en los pliegues de la burocracia estatal es una aberración inaceptable.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero Nº 177 del 19 de setiembre de 1990 |