El cooperativismo es una de las nobles oportunidades seculares para la promoción y el desarrollo humano en cuanto tal.
Ahora bien, cabe admitir que la percepción social actual sobre el mismo, en su diseño tradicional, es claramente diacrónica y consiste básicamente en una viabilidad extrínseca y una inviabilidad intrínseca del cooperativismo.
Por eso mismo y, no obstante la presencia y eficiencia cooperativa de antaño hoy están expuestas a desafíos propios de la globalización y la crisis global como Vg., la presión competitiva.
Si se observa el volumen de las operaciones cooperativas actuales, es posible estimar que en su gran mayoría se trata de pequeñas y medianas empresas solidarias `no fungibles´.
Estas pymes dependen esencialmente de una cultura solidaria constante que alimente, aliente, mancomune y sostenga innovadoramente desarrollos cooperativos duraderos eficientes y socialmente útiles incrementando y expandiendo una cultura de la satisfacción de las necesidades físicas básicas.
En efecto, la educación y formación solidaria es una exigencia indispensable e ineludible para un auténtico desarrollo cooperativo sin intermitencias.
Esta educación solidaria consiste básicamente en la adquisición, conservación y enriquecimiento constante del hábito de ver, pensar, actuar, participar y evaluar de acuerdo con los principios, el ideario cooperativo.
Actualmente muchas cooperativas padecen el absentismo generalizado de sus propios asociados y sólo las reglas del marco axiológico cooperativo no pueden garantizar más que la autenticidad formal de una cooperativa.
Su carácter realmente cooperativo depende central y fundamentalmente de la presencia participativa mayoritaria y entusiasta de sus miembros con genuino espíritu cooperativo.
Una cooperativa sin cooperativistas, es decir, sin hombres que sientan la ética cooperativa y la traduzcan en normas de conducta, solidarizando bienes y servicios de calidad y a precio justo será siempre frágil y así entonces no podrá lograr plenamente su rol social, económico y cultural en la sociedad y comunidad circundantes.
Sobre estas premisas podemos considerar estéril y mero juego de palabras toda teoría sobre educación y democracia cooperativas y sus problemáticas de hoy sino partimos del reconocimiento de que éstos sólo se resuelven cuando todos los cooperativistas tienen plena conciencia de sus deberes antes que de sus derechos.
Sin este reconocimiento cuantas soluciones se propugnen serán meramente ortopédicas y nuestras cooperativas seguirán cojeando. Satisfaciendo esta regla de oro cultural, el conocimiento, la información, el capital humano, la innovación en la forma de hacer gestión de menor a mayor escala, encontrando nuevas estructuras organizacionales como encadenamientos productivos, de servicios; e integraciones y, por supuesto, un acceso adecuado al financiamiento con mejor garantías para asociados y terceros, configurarán así entonces, espacios cooperativos más atractivos y confiables.
Adherimos al maestro español Don Antonio Colomer Viadel cuando nos propone pensar en la importancia de un Estado de derecho social y democrático del que todos los ciudadanos puedan tener acceso a servicios eficientes de agua potable, energía eléctrica, transporte, gas, comunicaciones, además de educación, sanidad, vivienda, etc., y que ello se haga en condiciones de calidad y precios justos que tiendan a asegurar un costo mínimo para que no produzca la exclusión en aquellas capas sociales lindantes con la pobreza, y por el contrario sea factor de inclusión social. Al mismo tiempo imaginemos también la importancia que tiene para la dignidad personal el intervenir con un protagonismo conciente en la autoorganización de estos servicios y en la emancipación de dependencias y exclusiones sociales.
El cooperativismo hizo, hace y hará al bienestar e integración de toda la nación razón por la cual también ya deben tener un tratamiento fiscal promotor y favorecedor de su permanencia, desarrollo y expansión que permitan mantener la oferta cooperativa de bienes y servicios, especialmente para los ciudadanos con carencias e incluso en situación de indigencia.
En vísperas de un nuevo aniversario mundial de la cooperación (Primer sábado de Julio, día mundial de la Cooperación libre) proponemos juntos con Colomer Viadel, la articulación federativa de los distintos sectores de cooperativas de producción o trabajo asociado, de crédito, consumo, campesinos, vivienda y también con las cooperativas de servicios públicos esenciales, en los diferentes ámbitos territoriales, así como, en el caso de las empresas genuinamente recuperadas por los trabajadores mediante cooperativas de trabajo tras situaciones de quiebra concursal como el caso emblemático del Ingenio azucarero de Campo Herrera en Tucumán, etcétera.
El fin sería crear un verdadero sector de economía solidaria abierto a una estrategia de afines, incorporando otras formas solidarias de organización empresarial e incluso empresas familiares, para alcanzar ese punto de masa crítica, que permitiera una cierta invulnerabilidad del sector frente a competencias abusivas y desleales que reivindicara instrumentos de apoyo para este sector de la economía solidaria civil, de carácter financiero, comercial, tecnológico, de seguros y de formación que les facilitara un cierto reposicionamiento e igualdad en esta acentuada competitividad de mercados con los sectores privados y públicos de la economía.
La sinergia de esta alianza tendrá, sin lugar a dudas, un efecto multiplicador y un beneficio para todos los ciudadanos por la reducción de costos, ya que no es el beneficio el motor movilizador de tal sector sino la redistribución equitativa, y la reciprocidad mutual.
Asimismo, como bien sostiene la chilena Natalia Sandoval A. , luce importante revisar si las estructuras cooperativas actuales responden al contexto actual, puesto que son los organismos de representación los que pueden dotar de mayor dinamismo a un determinado grupo de empresas cooperativas y, desde ese punto de vista, resulta pertinente repensar no sólo la forma de estructurarse sino también de los nuevos roles que ellos deben cumplir o servicios que en definitiva deben ofrecer a sus asociados para lograr agregar valor a la gestión para cada uno de ellos.
Precisamente hoy se destacan los desencuentros de agencia entre gerentes y asociados, dados los escasos incentivos para ejercer control privado y público sobre la gestión, puesto que la propiedad de los aportes sociales cooperativos está atomizada y anclada en valores de nominalidades históricas.
Igualmente, se verifica una tendencia en la cual el consejo de administración –singularmente el comité ejecutivo o el gerente- concentra información que los asociados desconocen, provocando una externalidad negativa de asimetría permanente en la información e incertidumbre para las decisiones soberanas de los máximos órganos cooperativos como Vg., las asambleas generales ordinarias y extraordinarias.
De tal manera, los bajos incentivos que posee el asociado para monitorear decisiones de mediano y largo plazo en el nivel gerencial y la necesidad de maximizar su bienestar individual de corto plazo provocan conflictos de interés y coaliciones que vulneran la gobernanza cooperativa y, finalmente, ponen en riesgo la propia viabilidad de la cooperativa de que se trate.
Conclusivamente, para regenerar el cooperativismo, básicamente, todos los ciudadanos, asociados, terceros relacionados y adherentes deberán reconvertirse en activos e informados protagonistas de una cooperación plenamente `aggiornada´, creíble, políticamente neutral, autónoma e independiente, comunicativa y proactiva, cada día más imprescindible, impostergable y complementaria para la marcha de una economía más solidaria, mas civil e inclusiva para la recuperación de la movilidad social ascendente y así lograr finalmente, sumar al fortalecimiento de culturas solidarias y más satisfactivas en Argentina y Sudamérica.
Colaboración:
Roberto Bertossi, autor del libro
“Servicios Públicos Cooperativos”
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