Historias de vida: Dejaron su patria, sus familiares, sus amigos y todo aquello que habían amado, para buscar otros rumbos. Llegaron a nuestras playas, y aquí rehicieron sus vidas, formaron sus hogares y dieron hijos a esta nueva tierra. Vivieron, los más triunfaron y otros fracasaron, pero todos sin excepción fueron parte de la historia de nuestro país.
El texto que reproduzco, lo he leído en una exposición que se desarrolló en el antiguo Hotel de Inmigrantes, en el puerto de la ciudad de Buenos Aires
Es emocionante recorrer las fotografías que ilustran algunos de los muros reacondicionados de ese sitio, que debe considerarse histórico. Observar los diferentes grupos humanos, que arribaron a nuestro país en busca de paz y trabajo, permite relacionar el presente con nuestra historia.
Esos inmigrantes, que después se redistribuyeron por todo el territorio, fueron la base de muchos de nuestros hogares, a través de la generación de abuelos y bisabuelos que nos precedieron.
Muchos podrán preguntarse ¿qué pasó para que nuestros hijos pensaran en escaparse de estas tierras? ¿En dónde estábamos para no darnos cuenta a tiempo de ese riesgo? ¿En qué pensábamos, para no percibir la degradación lenta de una sociedad receptora de ilusiones, que termina negándolas?
Quizás ayude a entender lo que sucede relatando brevemente la crisis personal que sufrí casi al arribar a los treinta años de edad. En ese entonces percibí que las reglas de juego de la sociedad diferían solapadamente de aquellas que me marcaban mis estudios de abogacía. Tampoco encontraba una buena lógica aplicada a los hechos, de los cuales yo era testigo como ciudadano, y que contradecían mis estudios de economía. Mi desorientación era grande, mientras aparecían tentadoras ofertas para radicarme en el exterior. Sin embargo no lo hice, y no me arrepiento.
Uno de los métodos que empleé para sobrevivir anímicamente a las absurdas contradicciones político-económicas que observaba, fue recapitular el planteo personal de muchos inmigrantes que yo había conocido siendo chico. ¿Qué tenían en común esos individuos que pertenecían a diferentes etnias, y que hablaban distintos idiomas? ¿Cómo es que pudieron afirmarse, crecer en un ambiente no fácil, y engendrar hijos que se sintieron argentinos?
La primera conclusión que obtuve fue, la enorme capacidad de concentración de esos inmigrantes en lo que hacían. Vivían obsesionados en sus tareas, buscando mejorar su eficiencia laboral para obtener resultados positivos. Los fracasos, que todos tenemos, no los desorientaban.
La segunda apreciación fue que tenían como hábito ahorrar y reinvertir. Gastaban lo indispensable para poder afirmar su presente, y el futuro de su familia. No eran miserables, sino que jamás despilfarraban.
Como tercera característica se podía observar que desconfiaban de todo lo que fuera promesa, sabían que había gente especializada en vender buzones a los inmigrantes, por lo tanto los hechos y no las palabras tenían peso por sí solos.
Estos conceptos me sirvieron de mucho para superar en su momento mi crisis existencial, y no huir de un país que me dio oportunidades, lo mismo que a mis ancestros. Por eso repito que los vientos son favorables, o no, sólo cuando se sabe claramente a dónde uno quiere dirigirse y se orienten bien las velas.
Carlos Besanson
En el Jardín Japonés de la Ciudad de Buenos Aires hay un monumento consistente en una enorme piedra. El nombre que lleva es... Sudor
Publicado el 2 de abril de 2001 - DV nº 831 |