Tenemos que reconstruir la realidad sin engaños. Las dictaduras no necesitan muchas personas políticamente activas. La República sí.
El ejercicio de la ciudadanía es algo más que un derecho, es una obligación personal, familiar y social.
Para los que aman su trabajo, el punto de llegada se convierte en el de partida de nuevas instancias y mejores acciones destinadas a levantar los niveles de vida propios y del entorno. Cuando mayor sensibilidad uno tiene, más se preocupa por la ignorancia y pobreza ajena tratando de ayudar a los demás a superarla.
Los cambios a veces conllevan a enfrentamientos que al ser desmesurados y desproporcionados estropean la promesa  positiva de esa transformación.
No hay contestaciones o respuestas únicas que satisfagan o alcancen a todos los involucrados frente a una competición o un conflicto. Es que la docencia para que sea válida no debe ser  violenta en su metodología de enseñanza, ni absurda en el puntaje que adjudica en cada evento.
Saber crecer sin inflarse a sí mismo, ni inflar a los demás es un aprendizaje constante que no admite muchos errores.
La carga de la prueba en las acciones
judiciales se convierte en un contrapeso de los poderes públicos y privados, que deben ponderar la calidad de sus dichos y la ecuanimidad de los hechos producidos o a producirse.
La calidad de las normas legales facilita sentencias equitativas y entendibles para todos los ciudadanos.
Ser pesado no significa ser sólido. Debemos aprender a desarrollarnos,
porque el denso valor agregado no siempre implica fortaleza.
¿Quién pone la música para bailar lo que a nosotros nos gusta? ¿Aquél que se beneficia con la percepción de los derechos de autor o aquél que busca acariciarnos con el sonido hasta hacernos mover con felicidad?
Los apropiados pasos de baile integran una danza que nos potencia alegremente. Las contradanzas son contradicciones de la vida que tenemos que neutralizar con firmeza, pero sin amarguras.
Evitar los ruidos altisonantes permite resistir dolores de cabeza.
¿Y en política? Aprendamos a cambiar el dial o el canal para no quedar atontados o sordos.
El mejor premio para un músico es que todos quieran escucharlo. Para un político, es que todos agradezcan lo que hace sin ruido.
Es común pretender ser diferente, pero eso no implica ser mejores.

Carlos Besanson