Todos los años, por esta época, muchos acostumbramos realizar balances de todo lo actuado, gozado o sufrido. Como en algunas empresas comerciales ese balance no siempre es favorable; como en otras, los réditos producidos por nuestro crecimiento humano y social nos permiten sentirnos bien.
Muchos viven añorando épocas pasadas que les fueron favorables. Otros sueñan con mejores tiempos que iluminen su futuro. Sin embargo, no todos tienen el entrenamiento adecuado como para saber con precisión suficiente porqué les va bien, o cuál es la razón de algunos fracasos temporales. La autocrítica equilibrada no es un ejercicio metódicamente practicado por el ser humano. Al menos no lo es con la misma intensidad y frecuencia que se hace la crítica a los demás. Por lo tanto las correcciones apropiadas no son siempre ejecutadas oportunamente, y el castigo de la realidad llega como advertencia o sanción.
Los votos de felicidad que damos y recibimos tradicionalmente en estas fiestas pueden ser sinceras expresiones de deseo, pero ¿podemos afirmar con justeza que existen los méritos suficientes para ser acreedores de esas apetencias? A veces se confía más en el azar potencial de un billete de lotería, que en la capacidad real de una creación laboral permanente. De esta manera negamos nuestras posibilidades concretas y sustituímos el hábito de ser dueños de las decisiones para forjar nuestro destino, por el de ser clientes de la suerte, en una dependencia que nos quita grandeza.
Cuando se habla de ecología, surge como uno de los temas vinculados, el desperdicio de elementos que terminan degradando el entorno. Con claridad se señala que la conducta del hombre perjudica a la naturaleza, y poco a poco se va tomando conciencia de ese dramático problema que se traspasa a las generaciones que nos siguen. En cambio no siempre se puntualiza con la suficiente firmeza el comportamiento del individuo, que implica el desperdicio de su capacidad potencial y de su tiempo, que lamentablemente es finito y breve.
Así como en buena hora han aparecido instituciones ecologistas que nos señalan cursos de acción correctos, así también tendría que acentuarse la actividad de entidades que ayuden en su labor, a apuntalar a los individuos para un mejor destino.
Capacitarse es una forma de fortalecerse. Aprender a tomar decisiones correctas es una manera de crecer. Asumir responsabilidades es despertar del letargo. Salir de los ensueños inhibidores es renacer como hombre consciente, con destino propio. Esos son los ciudadanos que necesitamos para integrar debidamente nuestra sociedad.
Carlos Besanson
Esto lo escribí para la edición n° 295 del Diario del Viajero del 23 de diciembre de 1992.
Amable lector, si usted lo considera vigente, transcriba alguno de sus párrafos a su familia y amigos. |