Muchos años antes de que la gente fuera informada oficialmente de la existencia de una gran crisis, económica e institucional, nuestro Diario daba consejos sobre cómo asumirla y comportarse inteligentemente dentro de ella, para que la misma no se acentúe y no se vuelva crónica. La autocrítica es esencial para una mejor supervivencia
Publicado en Diario del Viajero Nº 232 del 9 de octubre de 1991
Mis clases como profesor en la Universidad eran bastante diferentes a las que yo había recibido como alumno muchos años antes. Las técnicas de exposición que usaba se apartaban de los libretos que muchos maestros preparan con tiempo para parecer perfectos. La aparente improvisación era real en cuanto a las formas y mecanismos empleados para captar la atención de cada estudiante, pero el mensaje provenía de una larga elaboración de experiencias y análisis vividos como profesional. Le enseñaba a cada escucha la forma de buscar los temas, la manera de descubrir los datos ocultos y, finalmente, la objetividad para interpretarlos sin que los preconceptos se impusieran por razones de comodidad.
Así también mis escritos tienen algo de suspenso, incluso para mí, pero mantienen una coherencia lógica que finalmente transporta el mensaje en forma asimilable. Cuando me siento a escribir, o a dictar el contenido de los artículos, me transformo en una mezcla de jugador de ajedrez que actúa con precisión en sus movimientos, y simultáneamente en un relator viajero que va transfiriendo las observaciones que percibe en cada paso que da.
Nuestro Diario, el que hacemos constantemente ustedes como lectores y nosotros como transmisores, me ha permitido participar de reuniones grupales e individuales con quienes nos siguen semana a semana. Es por ello que muchos artículos que escribo tienen un tono coloquial en el cual voy colocando las imágenes de todos esos interlocutores que he conocido en varios años. Cuando escribo pienso en ellos y me adapto a su forma de percibir los temas y problemas.
Valga esta introducción para entender que los tiempos de acción a los cuales estamos convocados, obligan a una previa y profunda meditación sobre nuestra capacidad individual, nuestra capacitación como imperativo moral, y nuestra autoexigencia de un accionar esforzado, pleno e inteligente.
Si tomamos de Darwin aquellos puntos que son indiscutidos sobre la supervivencia del más fuerte, que no es necesariamente el más grande sino el más sólido, descubrimos que, la capacidad de adaptación dentro de las especies y entre los individuos, es la clave para sobrevivir y mejorar en el tiempo. Una forma sistemática de acción y reacción, permite protegerse y avanzar en un medio no complaciente u hostil. Así como se habla de ingeniería genética para referirse a nuevas creaciones celulares o moleculares, así también deberíamos hablar de inteligencia genética en los patrones de conducta humana y social.
Las épocas de crisis implican tiempos de eficiencia y de sinceramiento personal. Revisar esquemas a fin de descubrir si mantienen su vigencia frente a cambios de circunstancias es una gran necesidad. Por ejemplo no siempre es cierto que los grandes desplazan a los más chicos, sino que los más rápidos y resistentes llegan a nuevas metas antes que los lentos en decisiones y blandos en acciones
Esta introducción a la meditación, que en cierto momento tiene que tener algo de mea culpa sin complejos de inferioridad, otro tanto de equilibrado remordimiento, una ración lógica de fundada esperanza y mucho de acción inteligente, debe servir para cada uno de nosotros tanto como individuos, así como también integrantes de una sociedad que saldrá de la crisis en la medida que hagamos un diagnóstico sincero y un tratamiento estricto. Todo ello para orgullo de nuestros padres y satisfacción de nuestros hijos.
Nuestra charla de hoy me ha servido de mucho; fue un momento de tonificante relax, confiando en que haya sido recíproco.
Carlos Besanson |