Medios de España reflejaron que Carlos Sainz se emocionó al festejar su histórico éxito en el Rally Dakar. La nota periodística dice que el piloto madrileño lloró ante los familiares y amigos que le han ayudado en los momentos más duros. A los 47 años compite con la ambición que demostraba en los años ochenta, cuando triunfó en la Copa Renault. Lleva treinta pisando el acelerador y no ha dejado de ser un campeón. El Dakar es su último hito.
Tiene la fortuna de haber hecho historia en el automovilismo porque su novia, después su esposa, lo apoyó sin poner un sólo clavo en el camino. Su familia también lo comprendió tras superar «el disgusto» de abandonar los estudios por los rallys, una profesión «¿profesión?» que en aquellos tiempos «no existía en España».

Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer
«Conocí a Reyes a los 18 años, cuando comenzaba a competir, y ella siempre vivió mi pasión por el motor. La primera vez que nos vimos corría con un Seat Panda... Y hasta hoy. Ha vivido toda mi progresión en primera persona, sufriéndola, apoyándome en todo momento. Ha sido una clave de los éxitos que haya podido alcanzar. Sin la ayuda de la familia es imposible ser un ganador en un deporte», dijo el madrileño.
Sus títulos han escondido una cruda realidad. El campeón nunca estaba en casa. Sus hijos -Blanca, Carlos y Ana- veían que llegaba un papá que no hacía los deberes con ellos. Ha sido el precio de los podios. «Durante mucho tiempo pasé trescientos días al año fuera de España. Es muy duro. Sólo la pasión por los rallys me permitía aguantarlo. Renuncias a muchas cosas. A tu familia, a tus amigos. Es indudable que podía haber disfrutado más de la infancia de mis hijos, que pasa una vez en la vida y no vuelve más. Pero estaba tranquilo, porque siempre tuve el apoyo de Reyes, una persona muy equilibrada. Por eso, en 2004, tras 18 años, decidí dejar el Mundial. Quería estar más en casa y vivir la última parte de la infancia de mis hijos. El Dakar me lo permitía».

Comprensión
La comprensión de su esposa quitó obstáculos en el raid de su andadura profesional, pero los comienzos no fueron fáciles. Pretender ser piloto era una locura en los setenta. Y dejar la carrera universitaria fue una batalla con los padres. Carlos, sin embargo, no frenó sus deseos. «Estudié en el Retamar y el deporte siempre fue muy importante en mi vida. Hay pocos que no haya practicado. Hice tenis, atletismo, esquí, montaba en moto y jugaba al fútbol de lo que antes se llamaba líbero. Fui muy competitivo. Me proclamé campeón de España de squash a los dieciséis años. Sin embargo, mi objetivo era el automovilismo».
Todo un sueño surrealista en una época en la que no existían los karts para formarse. «Mi meta fue cumplir los 18 años para sacarme el carnet y empezar a correr». Juanjo Lacalle, su apoderado, su mentor, su amigo de toda la vida, le ayudó a conseguir su ilusión.
«Juanjo corría con Juan Carlos Oñoro, mi cuñado, y me prometió que cuando yo me sacara el carnet sería mi copiloto. Así fue. Hice el Campeonato Seat Panda. Y quedé segundo en la Copa Renault. La gané al año siguiente. Pero si querías competir en circuitos tenías que irte fuera de España. Busqué dinero para irme a Inglaterra e intentarlo en la F-3. El otro sueño era la F-1». Entonces surgió la oferta que decantó su porvenir. Quizá se perdió un campeón de F-1. España ganó, en cambio, al pionero en el universo de los raids.
«General Motors me ofreció disputar una prueba muy importante, el Rally de Cataluña, y mi segundo puesto supuso la llegada de ofertas. Aquello marcó mi carrera».
Y afrontó esa difícil decisión ante sus progenitores: «Dejé Derecho. Sí, fue un disgusto para mis padres. Lógico. Su preocupación era que yo terminase mi carrera, porque no había precedentes de ganarte la vida en lo que yo hacía. Tenían el miedo de que fuera una cosa efímera, muy poco seria». Sus éxitos les hicieron entender que su futuro estaba garantizado. «Luego ya vieron que era lo mío».
Ganador de dos Mundiales, en 1990 y 1992, subcampeón en cuatro ocasiones, campeón del Dakar 2010, media vida rodando por el planeta, se considera un privilegiado. «Renuncié a hacer una vida normal, a tener vacaciones, pero tuve la suerte de dedicarme a lo que me gustaba». No echó de menos otras cosas. «Mis ‘hobbies’ siempre han sido los deportes. Me ayudaban para la longevidad de mi carrera».
De no ser piloto le habría gustado ser «futbolista». No ha meditado lo que hará cuando se retire. Antes tiene que decidir si defenderá su corona en el Dakar 2011: «Si Volkswagen continúa, deberé plantearme si lo corro. Y si lo hago será para ganarlo. No entiendo competir para otra cosa».

Colgado al volante
Colgado el volante, sí aprobará algunas asignaturas pendientes: «Para el futuro me he ganado el poder estar más tranquilo. Me encantaría disfrutar de la vida. Viajar por placer y no por trabajo». ¿Dónde? «Desde pequeño veraneaba en Palma y mis vacaciones ideales son en barco, me da igual que sea en Australia o donde sea». Al final, la cabra siempre tira al monte, al deporte: «Quizá me guste correr una maratón»...

Tiene una debilidad para definir su futuro: el Real Madrid. «Si puedo serle útil al club estaré listo para aportar cosas a la directiva». Quizá lo llame Florentino Pérez. «Si algún día ocurre eso me sentaré con él y si consideramos que puedo ayudarle en algo, encantado. La entidad está en buenas manos». Presenta un proyecto: «Recuperar el Madrid de los jugadores que sentían los colores, como Pirri, Benito y Juanito. La fórmula infalible es traer a tres grandes futbolistas y surtirse de la cantera. Lo que ha hecho ahora el Barcelona es lo que antes hacía el Madrid. La asignatura pendiente es volver a ello». Es objetivo: «Los resultados dicen que el Barça es hoy el mejor del mundo».
Sainz es el último mohicano de una pléyade de autodidactas. Ensalza a sus predecesores. «Santana y Ángel Nieto marcaron una época. Rompieron fronteras, a base de esfuerzo y genialidad, cuando España no estaba considerada ni tenía medios». El también abrió barreras con sus victorias sobre cuatro ruedas. «Aporté mi granito de arena. Con mis títulos, los rallys fueron populares». El éxito no lo cambió. «Tengo los amigos de siempre». Juanjo puede asegurarlo.

Fuente: nortecastilla.es