La libertad de expresión es un derecho ciudadano indiscutible. Los medios de comunicación son los canales para que esas expresiones sean conocidas por los demás. La multiplicidad de medios permite que realmente se efectivice esa libertad. Defender la independencia de los instrumentos a emplearse ha sido siempre nuestra posición, como así lo demuestran estos conceptos expresados en otra oportunidad.
Diario del Viajero nº 423, 7 de junio de 1995 y nº 631, 2 junio de 1999
Anualmente los hombres importantes que actúan en la política, en el mundo de los negocios, o en la representación de grupos de interés, se acuerdan gentilmente de los periodistas en su día de festejos. Parecería, en este aspecto que se da la misma política que se aplica al Día de la Madre, del Padre, de la Abuela o de la Tía, en que las perspectivas quedan reducidas a meros obsequios, valiosos o no, que permitan gestionar nuevos perdones o pactos para no ser desautorizados en una sociedad exigente en las formas, pero no en el cumplimiento de la real función de cada uno de sus componentes.
Las palabras y conceptos tienen siempre un justificativo original que con el tiempo, y por obvios, se pueden olvidar. Cuando actualmente hablamos de libertad de prensa lo hacemos con un viejo concepto que surge de la máquina, la prensa impresora, que empleaban los primeros editores y periodistas. Esa máquina infernal que producía periódicos no siempre del agrado de los factores de poder, era objeto de ataques destinados a inutilizarlas violentamente. Uno de ellos consistía en empastar con alquitrán los tipos de plomo que en ese entonces se empleaban de manera que era imposible separar por calor el alquitrán del plomo, por fundirse casi a la misma temperatura. Modernamente se recurrió a sistemas mucho más sofisticados como ha sido el regular y finalmente trabar el suministro de papel a los medios no complacientes, o presionar al impresor para que se abstengade reproducir publicaciones que molesten
Por ello, en la medida que se fue afirmando el espíritu democrático en el mundo, se fue desarrollando una serie de protecciones constitucionales destinadas a defender al periodista cubriendo legalmente a su instrumento de ejecución que es el impresor. Tan claro es este concepto que hoy, al sumarse a la comunicación los llamados medios electrónicos, entre ellos la radio y la televisión, cuando se habla de manipuleos que los coartan, se dice que se afecta la libertad de prensa, a pesar de que esos medios no emplean, por su naturaleza, rotativas o equipos semejantes.
Los malos hábitos y costumbres de ciertos integrantes de algunos factores de poder persisten aunque las tecnologías cambien según las décadas y centurias. Es que la opinión pública sólo es válida cuando su derecho a la información es debidamente respetado. Los hombres públicos tienen medios y resortes más que suficientes para rebatir infundios sin censurarlos previamente. Además, no debemos olvidar que jamás una honra bien fundada puede ser destruida por la insidia y la malicia, la cual finalmente se revierte sobre el prestigio profesional del insidioso y malicioso
Carlos Besanson
Nadie podría negar hoy el protagonismo de los hombres y mujeres que ejercen el periodismo. Profesionales de las distintas formas de comunicar intentan o cumplen la tarea de traducir y testimoniar la realidad, para que otros la lean, interpreten, consuman o digieran.
La tecnología ha permitido que esa realidad sea transferida de la manera más fiel posible porque la variedad de medios utilizados desmentiría y contradecirían al periodista infiel.
La vida cotidiana produce hechos que el hombre común también interpreta y en más de una ocasión en mejores condiciones que el hombre de medios, con la diferencia que sólo los interpreta para sí o se la explica a su vecino, su próximo. Lo hace de la mejor manera posible, simplemente para que lo entienda.
Sin el periodismo no sabríamos de muchas novedades que acontecen fuera de nuestro ámbito. Abarca la realidad, y de esa manera un hecho deja de ser particular para convertirse en global.
Reflexionar sobre el periodismo muchas veces nos hace pensar que, de la misma forma que no ingeriríamos alimentos nocivos para nuestro organismo, tampoco deberíamos hacerlo con aquello que nos alimenta mal el espíritu y no incrementa nuestros conocimientos.
la buena nueva debería ser la mejor primicia.
La tarea silenciosa de hombres y mujeres dedicados a escribir en diarios, periódicos y revistas y que no figuran en llamativos staff o no reciben estatuillas de premios, hace posible que millones de personas estén informadas y enteradas de muchos acontecimientos significativos.
La labor meritoria y vocacional de muchos editores de periódicos y revistas zonales, barriales, especializadas o regionales acerca un material genuino a quienes va dirigido.
Pensar en el otro cuando se escribe, es verlo reflejado en las pantallas de las computadoras de muchos periodistas. Una adecuada formación de vida, con una metódica preparación profesional ayuda a ese propósito.
Elizabeth Tuma |