El espíritu de las normas del derecho, y su interpretación y aplicación, deben estar al servicio del espíritu de justicia, que toda sociedad organizada necesita tener vigente en beneficio de cada uno de sus componentes, integren éstos, o no, mayorías o minorías circunstanciales.
Los derechos de los ciudadanos, y su ejercicio cotidiano, no se deben repartir entre los partidos políticos, como si fueran alojamientos transitorios de la necesidad o de la ilusión. La política debe ser suficientemente creativa de medios que faciliten la equidad de todos y entre todos
Gran parte de las enfermedades del cuerpo emergen de la imprevisión, las del alma, de la ignorancia y de la existencia de falsos estímulos que desorientan. Ambas enfermedades, del cuerpo y del alma, se interrelacionan y retroalimentan. Muchos individuos enfermos marcan porcentajes elevados de una sociedad débil y enfermiza, finalmente enfermante e indeseable.
Atendernos recíprocamente es una manera de mejorar la sanidad social. Una buena medicina política requiere de profesionales con un alto nivel de preparación y responsabilidad moral previa. Los brujos y manosantas de esa actividad sólo buscan incautos que los mantengan y alaben.
Los vericuetos legales que a veces se emplean para justificar ciertos actos a realizarse, o para explicar porqué los mismos no se realizaron, son argucias de mera interpretación normativa, pero no respetan el sentido de la justicia a la cual todos aspiramos, y dentro de la cual pretendemos estar inmersos. Vivir en dignidad no es sólo un desideratum, sino una necesidad imperiosa para nuestra salud mental y física. Crecer con altura es una manera de evitar la decadencia del estancamiento.
Los fracasos de ciertos planteos de preservación ecológica están dados fundamentalmente por el incumplimiento de una moral básica que nos hace actuar irresponsablemente frente a la naturaleza, destruyéndola innecesariamente. Esa misma irresponsabilidad llevada al plano social nos destruye como ciudadanos en funcionamiento, así también como funcionarios en actividad. Unos y otros, al dejar de cumplir con las reglas fundamentales de preservación de una Nación, actúan injustamente contra todos los componentes humanos que integran el país.
El vaciamiento moral lleva al vaciamiento de la inteligencia, que es sustituida por la picardía y la viveza de los rápidos. Debemos tener presente que la real sabiduría jamás se aparta de la ética, ni siquiera por un instante.

Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 422, del 31 de mayo de 1995