Cuando un artista fallece, a sus pares les gusta decir la figura literaria que ‘se fue de gira’.
Antonio Yanes decía que lo de ‘artista’ le quedaba grande, se conformaba con ser un «Fotógrafo» con todas las letras. Igual produjo arte y reconocimiento.
Antonio se fue ‘a sacar fotos’ el pasado jueves 13 de mayo.
Siempre haciendo humoradas en doble sentido, con una puteada fresca a flor de labios y total desenfado, todo se lo tomaba a risa, pero para Antonio la fotografía era algo serio.
Chinchudo, retaba a sus alumnos para que hicieran las cosas bien y alternaba las clases con su otra pasión: hacer asados.
No menos importante fue su gran admiración por la belleza femenina, que retrató durante toda su existencia.
Su vida fue dura, pero fue toda suya, a su manera. Siendo muy joven, sin poder asumir la muerte anticipada e inesperada de su padre, partió de su Córdoba natal y encaró a Buenos Aires.
En el Mercado de Abasto hizo sus primeras changas. Se abrió camino trabajando y también a las trompadas para mantener su puesto en un medio hostil y de guapos bravos.
Conoció y admiró a José María Gatica y fue amigo personal de Enrique Dumas, a quien le regaló su mejor traje el día que debutó profesionalmente (algo que juntos recordaron hace poco, en compañía de Silvio Soldán, cuando el cantor vino a actuar a Santa Rosa).
La vida le dió luego una mejor oportunidad de trabajar para una compañía londinense que vendía retratos al óleo, verdaderas creaciones en color, a partir de reproducciones fotográficas blanco y negro o sepia. Allí nació su inclinación por la fotografía y también su admiración por la conducta inglesa. A partir de entonces, por más de 60 años lo acompañó siempre una cámara fotográfica y por cierto, tuvo las mejores.
Hasta sus últimos días estuvo «aprendiendo fotografía» como le gustaba decir y enseñar.
Su única esposa y compañera de toda la vida, María Teresa, hoy lo sobrevive después de 56 años casados. Tuvieron dos hijos a quien Antonio les transmitió genética fotográfica, Débora y Gerardo, ambos dedicados a la profesión.
Antonio se fue, pero sus ciervos están bramando, sus caldenes permanecen verdes, sus campos lucen horizontes en muchas paredes de La Pampa, de toda la Argentina y del mundo.
Antonio se fue, pero el encuadre de su lente ilustra álbumes, postales, libros, ediciones nacionales y extranjeras e internet.
Antonio se fue, pero muchas familias tienen en sus casas un poquito de él, en las fotos de sus paisajes y de sus seres queridos, en sus acontecimientos sociales.
No son pocos a los que Antonio les sacó fotos de bebés, de los quince, de su casamiento y más.
Antonio se fue, pero las páginas de nuestras publicaciones están selladas con su huella, con sus imagenes, con su impronta.
Antonio ‘se fue a sacar fotos’, como siempre, adelante nuestro, pero pronto lo alcanzaremos.
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