La tinta no se borra con sangre
Este concepto, que comparto, es una síntesis del mensaje dado por la Asociación Mundial de Periódicos con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa; aunque pienso que tampoco la sangre se restaña con la tinta.
Los malos pedagogos han dicho que la letra con sangre entra. Muchos militan consciente o inconscientemente en esa escuela, pero evidentemente, la letra que requiere de esa sangre, es la mala letra de violentos iletrados en el derecho ajeno.
La función de los medios de comunicación no es la mera denuncia de las arbitrariedades que sufren los ciudadanos, despóticamente administrados en sus derechos y bienes. La docencia preventiva y la difusión de una cultura, en la cual las responsabilidades equilibran a los derechos, son parte del compromiso que adquieren los que conducen y participan de la prensa en general.
Cada publicación, cualquiera sea la tecnología que emplee para llegar a su público, se convierte en un verdadero nódulo de transferibles mensajes entre los partícipes de esa creación cotidiana. Y quede bien claro que el lector, o el escucha, interviene en forma permanente en los medios no solamente a través de sus espontáneas colaboraciones, sino mediante la lectura, o no lectura, de los textos transmitidos. La aceptación o el rechazo de la orientación editorial de cada medio, implica una latente afiliación o desafiliación de su público, al mismo.
Estos conceptos deben ser tenidos muy en cuenta por parte de aquellos que hablan del poder de la prensa. Los diarios son medios de intercomunicación, en donde las opiniones se intercambian y recrean constantemente. Si un diario se quiere sectorizar arbitrariamente, o por razones de especulación político-económica, empieza a desconectarse con una parte de sus seguidores, que terminan buscando otros canales alternativos.
El sentido de estas meditaciones está dado porque, si bien los medios son representativos de sectores, no existe una sola opinión pública. Tampoco esos sectores fraccionados de opinión dejan de valer de por sí, aun cuando sus ideas no hayan sido todavía difundidas. Sobre el particular cabría la imagen de una persona, que aunque no tenga registrado su nacimiento, posee todos los derechos humanos que le corresponden por el solo hecho de nacer. Las opiniones emitidas, aun cuando no sean compartidas por otros,  pueden ser rebatidas e incluso sancionadas penalmente, como en el caso de ciertos delitos vinculados al honor o a la apología del crimen. Jamás deben ser ahogadas preventivamente por mera discrepancia.
La labor docente de la prensa debe tener la misma vocación de los maestros, que se van especializando de acuerdo al tipo de alumnos que atienden, según las diferentes capacidades de los mismos. Pero en todos los casos esa docencia debe tender, si es auténtica, a elevar el caudal de conocimientos de los destinatarios y receptores de las ideas y experiencias transmitidas, para que la información les sea útil y aplicable en cada etapa de sus vidas.
Si la labor de la prensa es informar y formar, quienes quieren apoderarse injusta y arbitrariamente de sectores de poder, tienen que sentirse molestos frente a un periodismo no complaciente, que detecta y denuncia las aberraciones disfrazadas de los capos y capitos en los negocios negociados.
El periodismo no busca tener mártires para que los sobrevivientes sean considerados héroes. Simplemente pretende que todos los mártires, cualquiera haya sido su trabajo, no sean meros soldados desconocidos, cuyos verdugos gocen de impunidad.
Un país se desarrolla cuando crece su capacidad de comunicación, y el contenido ético e inteligente de la misma llega oportunamente a todos los sectores de su población. Toda interferencia en ese intercambio lleva implícita una amenaza a la sociedad entera. Las tendencias a la globalización deben significar búsqueda de eficiencia tecnológica y no posiciones de dominio ideológico, que esclavicen masivamente.

Carlos Besanson