Una sociedad injusta no es civilizada
C. B
La democracia debe sustentarse en los jueces, porque si no hay una auténtica y segura justicia no hay democracia real. La justicia virtual no es virtuosa.
Las sentencias no deben ser fábulas y menos confabulaciones, ostensibles o secretas.
A veces los ciudadanos notan una gran avaricia en la realización de actos justos. Los actos injustos pueden ser rápidos en sus efectos iniciales. En cambio los ajustes judiciales de recomposición, no deben ser tan lentos que lleven a una eternidad el reconocimiento de los derechos.
Toda injusticia tiene algo de absurdo porque altera la lógica. La convivencia ciudadana debe ser civilizada de modo tal que el entorno nos garantice un panorama aceptable. Sin justicia todo se asemeja a una dictadura, con perspectiva de convertirse en una tiranía.
La coherencia social se afirma en la medida que los derechos básicos y elementales sean reconocidos y respetados. El crecimiento de una nación no está sólo en el producto bruto interno, sino en el ambiente de seguridad que los ciudadanos tienen a su alrededor. Pero no debemos olvidar que cuando hablamos de seguridad no nos referimos exclusivamente a la seguridad física sino a la estabilidad conceptual de los derechos y obligaciones recíprocos.
Sin justicia garantizada se puede llegar a dudar sobre ¿en qué consiste la civilización? Si todo se mide en función de la tecnología, el desarrollo es constante, y la civilización aparentemente avanza. En cambio, si buscamos una culta correlación entre todos, los parámetros son distintos y pasan por otro tipo de unidad de medida.
Sin justicia no hay paz, y sin paz nadie puede apreciar la felicidad como un objetivo estable. No siempre la educación que recibimos nos prepara para la convivencia. El medio ambiente que nos rodea tiene aspectos contradictorios, y por ende, puede desorientar a nuestros congéneres. Es como si estuviéramos nadando en un lugar encantador sin saber que cerca hay pirañas o tiburones. O todo lo contrario, negarnos a disfrutar del agua por miedo a peligros inexistentes.
Cuando un abogado acompaña a su cliente a los Tribunales ¿qué seguridad le puede dar sobre un final correcto en su litigio? Desde ya hablo del caso en que su defendido tenga razón, y pruebas suficientes de ello. ¿Por qué esa inseguridad? ¿Por miedo a que cambie la doctrina o la jurisprudencia? ¿O por qué dos más dos no son siempre cuatro?
Desde ya el derecho no es una ciencia exacta, pero una sentencia no puede ser en su contenido tan superficial como un discurso político en plena campaña electoral.
El fundamento real de una sentencia debe estar en la real justicia de su contenido, y no en la capacidad dialéctica de su redacción. No siempre la cultura jurídica avala la ecuanimidad de los actos judiciales
A veces digo que un abogado es un gestor con título habilitante, pero ¿qué tipo de gestión hace? Si la misma permite encubrir una trampa, su habilidad no difiere de la que pueda tener un estafador aparentemente exitoso. En otras palabras, la ética profesional no siempre está bien enseñada y aplicada.
No hay seguridad colectiva sin seguridad judicial. No hay seguridad judicial sin una exigencia ética que no admita excepciones.
Una mala sentencia es un mal ejemplo para todos y finalmente una amenaza colectiva. Las averías judiciales afectan a la vida de relación civilizada dentro de una sociedad.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 879, del 3 de marzo de 2004 |