Estamos en un mundo que se acorta en distancias y se agranda en problemáticas, que sólo podrá apreciarse en sus dimensiones conociendo cada vez más al ser humano. Es decir, conociéndonos. Los cambios que mejorarán las vidas de muchas personas serán transformando esos pequeños mundos que formamos cada uno de nosotros. Por eso nos parece válida la relectura del siguiente texto que afirmaba ya estos conceptos.

Elizabeth Tuma
Publicado en el Diario del Viajero nº349, el 5 de enero de 1994

En las sociedades modernas se producen cambios rápidos, que a veces pueden sorprender, pero que tienen una lógica que los hacen entendibles a la distancia. En las décadas del ’50 al ’70 el concepto de lo grande implicaba fortaleza y pujanza. Todo tendía a lo mega como una forma de evidenciar un poderío avasallador y triunfante. Las perspectivas de sobrevida de los pequeños eran desalentadoras en apariencia. Este concepto era válido tanto para los países, como las empresas e instituciones en general, y hasta para el comportamiento humano en particular.
Sin embargo los últimos años del fin de siglo evidencian el reflotamiento de ciertas teorías darwinianas sobre la supervivencia del más fuerte, aplicadas a ciertos componentes de las sociedades contemporáneas. Lo más grandote no es necesariamente lo más fuerte. Parecería que el exceso de tamaño hace perder, en muchos casos, la capacidad de respuesta inmediata frente a los cambios ambientales. Las transformaciones y evoluciones a destiempo implican la pérdida de oportunidades y sobre todo de vigencia. Porque se puede estar presente en el mundo, o en el mercado, sin tener vigencia o peso en el mismo, si no hay una adaptación a las cambiantes necesidades de la sociedad y de los individuos.
El nombre de un país, la marca de un producto, o el apellido de una persona, pueden tener toda una tradición detrás que avalan una posibilidad de perspectiva. Pero si no se recorre adecuadamente el camino presente no hay futuro para ellos. Las glorias pasadas si no apoyan nuevas realizaciones, sólo sirven para dormirse en laureles prestados. Esos éxitos que son guardados celosamente en los museos, o blasones familiares, satisfacen el orgullo pero no necesariamente alimentan el apetito de las generaciones actuales.
Las empresas modernas tienden a ser más pequeñas, evitando sobredimensionamientos ineficientes. Tienden a convertirse en unidades operativas con objetivos claramente definidos, pero con una gran capacidad de respuesta, propia de tácticas variables según las oportunidades que se visualizan.
En la lucha japonesa llamada sumo, sus máximos participantes son verdaderos paquidermos humanos de doscientos kilos, pero que tienen una perspectiva de vida que no les permite aproximarse siquiera al promedio de longevidad de su pueblo. Idénticas posibilidades se dan en las empresas y en los países, cuyo crecimiento está marcado por el peso de un tejido adiposo, que sobrecarga la musculatura y los órganos esenciales. Engullir no implica alimentarse adecuadamente, y hay Estados y empresas que tragan territorios o actividades sin estar preparados para digerir los mismos. Son los que creen que basta firmar un tratado o un contrato para lograr el resultado apetecido. Solamente la ejecución leal e inteligente de un compromiso correcto da frutos en el tiempo
Small is beautiful. La armonía de algo pequeño y funcional es válida para la sociedad contemporánea que carece de tiempo y espacio. Diario del Viajero pretende llegar a ser un ejemplo más de eso pequeño y hermoso que necesitamos cotidianamente.

Carlos Besanson