Semanario REGION®

Del 16 al 22 de agosto de 2019 - Nº 1.373 - Año 29 - INPI 1983083

Conociendo la Casa de San Martín en Boulogne Sur Mer

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El ex granadero pampeano Rodolfo Simón -clase 1935-, recordó emocionado en su vista a la Casa San Martín en Francia, el tiempo pasado en el destino que le tocó durante el cumplimiento del servicio militar obligatorio, en Casa Rosada, Buenos Aires.

En los inicios de 1848 - narra el historiador Eduardo Lazzari-, estalla una revolución en París, y San Martín, que era un hombre amante del orden, decide viajar con su familia a Inglaterra”.
Los hechos testifican los movimientos revolucionarios que habían estallado en París y que iban a concluir con la abdicación de Louis-Philippe y la proclamación de la Segunda República.
San Martín emprende el viaje hacia la localidad francesa de Boulogne Sur Mer, por entonces el puerto más importante sobre el canal de la Mancha, para cruzar ese estrecho.

Mariano Balcarce, yerno del General, casado con su hija Merecedes, se alojaron junto a Don José en un hotel del centro de la ciudad costera. Allí el Libertador queda fascinado con las murallas medievales del casco antiguo de la ciudad, queda maravillado por la enorme catedral, y meditando su destino, decide quedarse a en la localidad. Mortificado por la úlcera y las gastralgias, recluido por el reuma, renegando contra las cataratas que le impedían leer y escribir, vivió allí sólo dos años.
En esa casa murió el 17 de agosto de 1850, rodeado por su hija, su yerno Mariano Balcarce y sus dos nietas.

Ya instalado en Boulogne, a San Martín le gustaba pasearse por el jardín de Tintelleries, en las orillas del río Liane y hacer algunas peregrinaciones al campamento de Boulogne, siguiendo las huellas de Napoleón a quien admiraba profundamente a pesar de haberlo combatido durante la guerra de España.
Algunos escritos de su hija, de su yerno, de su amigo Félix Frías y del propio Gérard, constituyen valiosos testimonios de los últimos momentos vividos por el General San Martín.

Su presencia no pasó desapercibida y un abogado, don Adolphe Gerard, lo entrevistó para ofrecerle alquilar un piso del edificio que había construido para su domicilio y que era muy grande. El Dr. Gérard, propietario del inmueble, ofreció al General San Martín el segundo piso de su casa, ubicada en el N° 105 de la Grande Rue (actualmente N° 113).

En una crónica de la época, Gérard describe a San Martín como un “anciano muy gentil, alto, que ni la edad, ni las preocupaciones, ni los dolores físicos habían podido doblegar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos, su mirada penetrante y alerta, sus modales amables y era muy instruido. Sabía y hablaba corrientemente el francés, el inglés, el italiano y, por supuesto, el castellano; había leído todo lo que podía leerse. Su conversación, fácilmente jovial, era una de las más atractivas que podía escucharse. Su bondad no tenía límites…”. San Martín aceptó y se mudó con su yerno Mariano Balcarce, casado con su hija Mercedes y también con sus nietas Josefa Dominga y María Mercedes.

El inmueble fue comprado en abril de 1926 por el Ministro Plenipotenciario Federico Álvarez de Toledo, en representación del Estado Argentino, por la suma de 400 mil francos. Esta compra pudo hacerse gracias a los fondos obtenidos por suscripción directa realizada en las escuelas de Argentina. Esta casa es hoy propiedad del gobierno argentino y Francia le ha concedido valor extraterritorial, ya que es considerada territorio nacional, al igual que una embajada.
El museo que contiene, que abarca cuatro niveles, la planta baja y tres pisos, es una pieza maravillosa del patrimonio nacional: están reproducidos los dormitorios de San Martín y de su hija y yerno, que son los lugares donde residió hasta el final el padre de la Patria.

Los muebles son copias, ya que los originales fueron donados por la nieta Josefa al Museo Histórico Nacional de Buenos Aires. Es bueno recordar que los relojes de la casa se detenían manualmente a la hora de la muerte.
De ahí surge la leyenda de que el reloj de la sala se paró a las tres de la tarde. Pero impresiona que, una vez finalizado el funeral y el duelo, la familia de San Martín encontró su reloj de bolsillo, esta vez sí detenido a las tres, vaya a saberse por qué razón, quizá mágica.

Hace poco más de una década, el inmueble fue pretendido por la empresa Sempra Energy, accionista de las distribuidoras gasíferas Camuzzi Gas Pampeana y Gas del Sur, tras ganar al Estado argentino una demanda de 172 millones de dólares, por la pérdida de valor de las filiales tras la devaluación. Pero el Gobierno nunca entregó los 75 millones requeridos por el CIADI -el tribunal del Banco Mundial que entiende en varias causas contra nuestro país-, para frenar la ejecución, en enero de 2010 Sempra logró el embargo de la casa. Pero el 5 de marzo, la Justicia francesa accedió al pedido de la Procuración del Tesoro, y la consideró inembargable por tratarse de un bien histórico. Como venció el plazo para que Sempra apelara el fallo, la decisión quedó firme.

El alcalde de Boulogne Sur Mer autorizó la sepultura de José de San Martín, que sigue siendo en esa ciudad considerado el habitante más importante de los últimos siglos, en la cripta de la Catedral Basílica, donde permaneció hasta 1861 y hoy se levanta una capilla evocativa con un busto del Libertador realizado por el escultor Juan Carlos Ferraro.
Existen además otros dos lugares en Boulogne Sur Mer que evocan la memoria de San Martín: el Monumento ecuestre en la avenida que bordea el mar, obra del escultor francés Henri Allouard, inaugurado el 24 de octubre de 1909, y la Cripta de la Catedral de la ciudad donde sus restos reposaron durante once años hasta su desplazamiento al cementerio de Brunoy, en los alrededores de Paris.

Como dato de interés, Semanario REGION® pudo saber en el lugar que cada dos meses la Municipalidad de Boulogne Sur Mer cambia las tres banderas que están en la puerta de la Casa San Martín; la argentina, la francesa y la de la ciudad.
Por este servicio no le cobra al estado argentino un solo peso. Un detalle reconfortante y conmovedor.