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Semanario REGION®

Del 8 al 15 de julio de 2021 - Nº 1.453 - Año 31 - INPI 1983083

Día de la Medicina Social en memoria del Dr. Favaloro

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Este próximo lunes 12 de Julio, se recuerda en todo el país, el “Día de la Medicina Social”, en homenaje a todos los médicos que se desempeñan en ese área, pero especialmente al fallecido cardiocirujano René Favaloro, nacido precisamente un 12 de julio del año 1923.

“La medicina sin humanismo médico no merece ser ejercida”, era su frase constante, entre un decálogo de preceptos que lo han sobrevivido.

Su trascendencia internacional le mereció numerosas distinciones, entre ellas la creación de la Cátedra de Cirugía Cardiovascular “Dr René G. Favaloro” en la Universidad de Tel Aviv; la distinción de la Fundación Conchita Rábago de Giménez Díaz; el premio Maestro de la Medicina Argentina; el Gifted Teacher Award, otorgado por el Colegio Americano de Cardiología; el Golden Plate Award de la American Academy of Achievement; el Premio Príncipe Mahidol, otorgado por el Rey de Tailandia; entre muchos otros.

Escribió más de 300 artículos científicos para revistas médicas, perteneció a 26 asociaciones, dirigió el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, el Instituto de Investigación de Ciencias Básicas y la Universidad Favaloro.

En la provincia de La Pampa, un Museo y una Ruta Nacional, también llevan su nombre
Hoy la RN 35, por Ley 25.768, lleva el nombre del Dr. René Favaloro, en el tramo comprendido entre la ciudad de Santa Rosa y la ciudad de Bahía Blanca.
En la localidad pampeana de Jacinto Arauz -donde hizo su residencia médica- se encuentra el “Museo del Médico Rural Dr. René Favaloro”.

Demasiados homenajes
Desde su muerte -el 29 de julio de 2000-, las autoridades gubernamentales no han sabido que hacer -por verguenza propia o ajena- para quedar bien con “homenajes” y cosas por el estilo, con ese hombre bueno y tan capaz, que muchos pampeanos intimaron y que científicos y médicos de todo el mundo reconocieron y admiraron.

Un hombre honesto
René tuvo un solo problema en su vida: era honesto.
Y en Argentina -donde está claro que hay miles y miles de mujeres y hombres honestos-, en algunos ámbitos... esa virtud es casi inaceptable.
En la cima de su carrera, denunció la corrupción del Sistema de Salud y no fue escuchado. Se necesitó el fuerte sonido de un “balazo” que se dio él mismo, en su propio corazón -literalmente-, para hacer un llamado de atención por aquello que todos los involucrados sabían, pero que nada hicieron.

Su experiencia en Aráuz
A fines de la década del ´40 recibió una carta de un tío de Jacinto Aráuz, un pequeño pueblo de 3.500 habitantes en la zona desértica de La Pampa. Explicaba que el único médico que atendía la población, el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Le pedía a su sobrino René que lo reemplazara aunque más no fuera por dos o tres meses. La decisión no fue fácil.

Llegó a Jacinto Aráuz en mayo de 1950 y rápidamente trabó amistad con el doctor Rachou. Su enfermedad resultó ser un cáncer de pulmón, falleciendo unos meses más tarde. Para ese entonces Favaloro ya se había compenetrado con las alegrías y sufrimientos de esa región apartada, donde la mayoría se dedicaba a las tareas rurales.

La vida de los pobladores era muy dura. Los caminos eran intransitables los días de lluvia; el calor, el viento y la arenisca eran insoportables en verano y el frío de las noches de invierno no perdonaba ni al cuerpo más resistente. Favaloro comenzó a interesarse por cada uno de sus pacientes, en los que procuraba ver su alma. De esa forma pudo llegar a conocer la causa profunda de sus padecimientos.

Luego se sumó Juan José
Al poco tiempo se sumó a la clínica su hermano, Juan José, médico también. Se integró muy pronto a la comunidad por su carácter afable, su gran capacidad de trabajo y dedicación a sus pacientes. Juntos pudieron compartir la labor e intercambiar opiniones sobre los casos más complicados.
Durante los años que ambos permanecieron en Jacinto Aráuz crearon un centro asistencial y elevaron el nivel social y educacional de la región. Sentían casi como una obligación el desafío de paliar la miseria que los rodeaba.

Con la ayuda de los maestros, los representantes de las iglesias, los empleados de comercio y las comadronas, de a poco fueron logrando un cambio de actitud en la comunidad que permitió ir corrigiendo sus conductas. Así, lograron que casi desapareciera la mortalidad infantil de la zona, redujeron las infecciones en los partos y la desnutrición, organizaron un banco de sangre viviente con donantes que estaban disponibles cada vez que los necesitaban y realizaron charlas comunitarias en las que brindaban pautas para el cuidado de la salud.

Crecimiento del Centro Asistencial
El centro asistencial creció y cobró notoriedad en la zona. En alguna oportunidad Favaloro reflexionó sobre las razones de ese éxito. Sabía que habían procedido con honestidad y con la convicción de que el acto médico “debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento” de acuerdo con la formación profesional y humanística que habían recibido en la Universidad Nacional de La Plata.